Apocalipsis 1313

f. 53r, Babilonia escindida en tres partes (Apocalipsis 16, 19-20)


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La general conmoción producida por el vertido de la séptima copa se manifiesta con toda su violencia sobre Babilonia. Mientras las «ciudades de las naciones» se han derrumbado ya (f. 52), las islas y las montañas han huido y desaparecido, la Gran Ciudad se escinde en tres partes bajo las llamas de los relámpagos y una lluvia de piedras. De un modo algo ingenuo, el pintor ha plasmado esta escisión con tres anchas torres, una junto a otra; sus tejados se derrumban sobre «la asamblea de los malvados» que constituyen, según el comentarista, «los judíos, los paganos y los falsos cristianos». Los cuerpos de los heridos se amontonan en cada edificio. A la izquierda, los felones abatidos no muestran signo particular alguno, son sin duda los paganos; en el centro, varios van tocados con un gorro puntiagudo, probable alusión al sombrero de los judíos; a la derecha, las carnes de los falsos cristianos se vuelven del color de las tinieblas, signo de la condenación que les aguarda. Los cimientos de esta Babilonia tripartita descansan sobre una tierra en movimiento: grandes montículos ahusados, arrancados por el seísmo, planean en una línea sorprendentemente regular sobre el ondulante suelo. Descendiendo de la nube, un mensajero divino reitera el gesto del Cristo de la visión precedente, insistiendo en el origen sobrenatural del castigo. Es el momento en que Dios se acuerda de Babilonia para entregarle la copa en la que hierve el vino de su cólera. La ilustración de la secuencia ha sido desplazada al f. 52v, junto al testigo instalado en su pupitre. Ante una gloria oval donde aparece el Cristo del Juicio, mostrando sus llagas que no sangran, se planta un rey con armadura que levanta, con gesto provocador, la copa de oro llena de la cólera de Dios, que acaba de recibir. Figura del poderío del mundo, este rey símbolo del poder de la Gran Ciudad y del Anticristo va acompañado por tres soldados armados con potentes lanzas de hojas finamente decoradas. Los sombríos y gesticulantes rostros de esos guerreros infernales y los emblemas –una cabeza de oso y una de jabalí– que adornan el escudo y las aletas de uno de ellos confirman su pertenencia a las fuerzas del Mal.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313

f. 53r, Babilonia escindida en tres partes (Apocalipsis 16, 19-20)

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f. 53r, Babilonia escindida en tres partes (Apocalipsis 16, 19-20)

La general conmoción producida por el vertido de la séptima copa se manifiesta con toda su violencia sobre Babilonia. Mientras las «ciudades de las naciones» se han derrumbado ya (f. 52), las islas y las montañas han huido y desaparecido, la Gran Ciudad se escinde en tres partes bajo las llamas de los relámpagos y una lluvia de piedras. De un modo algo ingenuo, el pintor ha plasmado esta escisión con tres anchas torres, una junto a otra; sus tejados se derrumban sobre «la asamblea de los malvados» que constituyen, según el comentarista, «los judíos, los paganos y los falsos cristianos». Los cuerpos de los heridos se amontonan en cada edificio. A la izquierda, los felones abatidos no muestran signo particular alguno, son sin duda los paganos; en el centro, varios van tocados con un gorro puntiagudo, probable alusión al sombrero de los judíos; a la derecha, las carnes de los falsos cristianos se vuelven del color de las tinieblas, signo de la condenación que les aguarda. Los cimientos de esta Babilonia tripartita descansan sobre una tierra en movimiento: grandes montículos ahusados, arrancados por el seísmo, planean en una línea sorprendentemente regular sobre el ondulante suelo. Descendiendo de la nube, un mensajero divino reitera el gesto del Cristo de la visión precedente, insistiendo en el origen sobrenatural del castigo. Es el momento en que Dios se acuerda de Babilonia para entregarle la copa en la que hierve el vino de su cólera. La ilustración de la secuencia ha sido desplazada al f. 52v, junto al testigo instalado en su pupitre. Ante una gloria oval donde aparece el Cristo del Juicio, mostrando sus llagas que no sangran, se planta un rey con armadura que levanta, con gesto provocador, la copa de oro llena de la cólera de Dios, que acaba de recibir. Figura del poderío del mundo, este rey símbolo del poder de la Gran Ciudad y del Anticristo va acompañado por tres soldados armados con potentes lanzas de hojas finamente decoradas. Los sombríos y gesticulantes rostros de esos guerreros infernales y los emblemas –una cabeza de oso y una de jabalí– que adornan el escudo y las aletas de uno de ellos confirman su pertenencia a las fuerzas del Mal.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313

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