Apocalipsis 1313

f. 86r, Los condenados llevados al Infierno


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Juan está escribiendo (f. 85v) las terribles palabras proferidas al final del pasaje precedente: «¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que se complacen haciendo el mal!» Prosigue su mensaje pronunciando el anatema contra el impostor que estuviera tentado de falsificar su contenido: «Y a quien se atreva a cercenar las palabras de este libro profético, Dios cercenará su parte del árbol de Vida y de la santa ciudad descritos en este libro». Apartando la vista de su trabajo, levanta una atónita mirada hacia la siniestra cohorte de los réprobos; avanzan sobre el rojizo fondo de la hoguera, acorralados como un miserable rebaño por medio de una pesada cadena plateada cuyos extremos lleva Satán en su hombro. La marcha de los malditos hacia el Infierno es acompasada por los estridentes sones de dos demonios músicos que tocan la trompeta, el silbato y el tamboril. Por debajo del cortejo se encuentra la abierta boca de Leviatán provista de impresionantes dientes. Encaramado en su hocico, un diablo guía a su comparsa agarrándole por el pie y pone su garrote en los belfos del monstruo antes de verter en las infernales fauces un cuévano lleno de condenados. A la derecha, un quinto diablo peludo, con la faz retorcida en un rictus satánico, franquea la barrera de acerados colmillos para mejor arrojar al abismo un alma condenada al castigo del sufrimiento eterno: es lo que el Apocalipsis llama la segunda muerte.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


f. 86r, Los condenados llevados al Infierno

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Juan está escribiendo (f. 85v) las terribles palabras proferidas al final del pasaje precedente: «¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que se complacen haciendo el mal!» Prosigue su mensaje pronunciando el anatema contra el impostor que estuviera tentado de falsificar su contenido: «Y a quien se atreva a cercenar las palabras de este libro profético, Dios cercenará su parte del árbol de Vida y de la santa ciudad descritos en este libro». Apartando la vista de su trabajo, levanta una atónita mirada hacia la siniestra cohorte de los réprobos; avanzan sobre el rojizo fondo de la hoguera, acorralados como un miserable rebaño por medio de una pesada cadena plateada cuyos extremos lleva Satán en su hombro. La marcha de los malditos hacia el Infierno es acompasada por los estridentes sones de dos demonios músicos que tocan la trompeta, el silbato y el tamboril. Por debajo del cortejo se encuentra la abierta boca de Leviatán provista de impresionantes dientes. Encaramado en su hocico, un diablo guía a su comparsa agarrándole por el pie y pone su garrote en los belfos del monstruo antes de verter en las infernales fauces un cuévano lleno de condenados. A la derecha, un quinto diablo peludo, con la faz retorcida en un rictus satánico, franquea la barrera de acerados colmillos para mejor arrojar al abismo un alma condenada al castigo del sufrimiento eterno: es lo que el Apocalipsis llama la segunda muerte.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


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