Las Grandes Horas de Ana de Bretaña

f. 227v, El beso de Judas


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El Beso de Judas es otra de las espectaculares escenas nocturnas de las Grandes Horas de Ana de Bretaña. Bajo el cielo estrellado, en el que incluso se puede ver la luna, las linternas y antorchas que portan los soldados iluminan la trágica escena del prendimiento de Cristo. El magistral juego de luces y sombras, con violentos contrastes sobre todo en primer plano, contribuye al dramatismo de la escena.
Judas, con su bolsa de treinta monedas en la mano izquierda, besa a Cristo, sereno y resignado, gesto que indicaba a los soldados a quién debían prender. Pedro, a la izquierda, enfunda su espada, tras haberle cortado la oreja a Malco, el servidor del gran sacerdote, desplomado en primer plano. Las primeras imágenes de esta escena secundaria de la Pasión datan de c. 800 y en esos inicios Cristo, mientras es besado por Judas, extiende su mano para detener el ataque de Pedro a Malco. Esta imagen irá evolucionando y se representará a Cristo incluso curando a Malco, como en este caso, convirtiéndose en una escena muy habitual en el arte del período gótico. Al fondo, se encuentra la ciudad de Jerusalén, en donde destaca la construcción de planta centralizada que representa el Templo de Salomón, como en la Crucifixión (f. 47v.).
El rostro de Cristo expresa a la perfección la bondad, el perdón, la grave y lúcida aceptación de todo cuanto estaba escrito.


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f. 227v, El beso de Judas

El Beso de Judas es otra de las espectaculares escenas nocturnas de las Grandes Horas de Ana de Bretaña. Bajo el cielo estrellado, en el que incluso se puede ver la luna, las linternas y antorchas que portan los soldados iluminan la trágica escena del prendimiento de Cristo. El magistral juego de luces y sombras, con violentos contrastes sobre todo en primer plano, contribuye al dramatismo de la escena.
Judas, con su bolsa de treinta monedas en la mano izquierda, besa a Cristo, sereno y resignado, gesto que indicaba a los soldados a quién debían prender. Pedro, a la izquierda, enfunda su espada, tras haberle cortado la oreja a Malco, el servidor del gran sacerdote, desplomado en primer plano. Las primeras imágenes de esta escena secundaria de la Pasión datan de c. 800 y en esos inicios Cristo, mientras es besado por Judas, extiende su mano para detener el ataque de Pedro a Malco. Esta imagen irá evolucionando y se representará a Cristo incluso curando a Malco, como en este caso, convirtiéndose en una escena muy habitual en el arte del período gótico. Al fondo, se encuentra la ciudad de Jerusalén, en donde destaca la construcción de planta centralizada que representa el Templo de Salomón, como en la Crucifixión (f. 47v.).
El rostro de Cristo expresa a la perfección la bondad, el perdón, la grave y lúcida aceptación de todo cuanto estaba escrito.


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