Las Grandes Horas de Ana de Bretaña

f. 205v, Santa Margarita


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Dentro de un espacio circular, cerrado por un muro de sillares con dos vanos cubiertos de rejas, santa Margarita, de largos cabellos rubios –símbolo de su virginidad–, sale del vientre de un gran dragón con cuernos, sangrante y de piel tornasolada y verde. La santa, con una rodilla aún dentro del cuerpo del monstruo –lo que hace que, realidad, se encuentre arrodillada–, nimbada y vestida con gorguera y saya entera ceñida a la cintura con una cinta de oro de la que cuelga un pater, mira hacia lo alto y une sus manos en oración, entre ellas sostiene un crucifijo. Debe destacarse la economía de medios y cómo, en un espacio tan exiguo, ha podido representarse la figura imponente del dragón haciendo que se enrosque sobre sí mismo, lo que, a su vez, y gracias a la sombra de la santa proyectada en la pared, contribuye a crear la sensación de un espacio más amplio y totalmente satisfactorio. De nuevo, el espectador adquiere un punto de vista elevado que le hace partícipe de la escena.

El estilo de la pintura muestra precisión en el dibujo, dulzura de matices e idealización del rostro de la santa. La iconografía que se sigue aquí es la habitual de la santa –y diferente, tanto en su representación como en su iconografía a la que aparece en el folio 3r, acompañando a Ana de Bretaña– al aparecer con uno de sus elementos más habituales, el dragón, de cuyo vientre emerge, y con el crucifijo con que abrió las entrañas de la bestia que la devoró.
 
La vida de santa Margarita es una fábula de origen griego difundida en occidente a través de la Leyenda dorada de Jacopo da Varazze. Se trata de una duplicación de la historia de la santa griega Pelagia y de santa Marina. Hija de un sacerdote pagano de Antioquía habría sido convertida por su nodriza que la había puesto a cuidar ovejas. El gobernador Olibrio se sintió atraído por su belleza, pero, ante la negativa de Margarita a acceder a sus pretensiones, la encerró en un calabozo. Allí, fue asaltada por el diablo en forma de un gran dragón que la devoró. Sin embargo, la santa estaba armada con un crucifijo con el que perforó el vientre al monstruo y logró salir. Es posible que esta fábula se haya originado en una imagen mal comprendida. Como tantas otras santas, estaba representada de pie, con las manos unidas, junto a un dragón simbólico sobre el que triunfaba mediante la plegaria. También debe tenerse en cuenta la contaminación con otro tema, como el de Jonás vomitado por la ballena. Después de salir indemne del vientre del dragón, santa Margarita padeció varios suplicios hasta que, finalmente, fue decapitada.
 

f. 205v, Santa Margarita

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f. 205v, Santa Margarita

Dentro de un espacio circular, cerrado por un muro de sillares con dos vanos cubiertos de rejas, santa Margarita, de largos cabellos rubios –símbolo de su virginidad–, sale del vientre de un gran dragón con cuernos, sangrante y de piel tornasolada y verde. La santa, con una rodilla aún dentro del cuerpo del monstruo –lo que hace que, realidad, se encuentre arrodillada–, nimbada y vestida con gorguera y saya entera ceñida a la cintura con una cinta de oro de la que cuelga un pater, mira hacia lo alto y une sus manos en oración, entre ellas sostiene un crucifijo. Debe destacarse la economía de medios y cómo, en un espacio tan exiguo, ha podido representarse la figura imponente del dragón haciendo que se enrosque sobre sí mismo, lo que, a su vez, y gracias a la sombra de la santa proyectada en la pared, contribuye a crear la sensación de un espacio más amplio y totalmente satisfactorio. De nuevo, el espectador adquiere un punto de vista elevado que le hace partícipe de la escena.

El estilo de la pintura muestra precisión en el dibujo, dulzura de matices e idealización del rostro de la santa. La iconografía que se sigue aquí es la habitual de la santa –y diferente, tanto en su representación como en su iconografía a la que aparece en el folio 3r, acompañando a Ana de Bretaña– al aparecer con uno de sus elementos más habituales, el dragón, de cuyo vientre emerge, y con el crucifijo con que abrió las entrañas de la bestia que la devoró.
 
La vida de santa Margarita es una fábula de origen griego difundida en occidente a través de la Leyenda dorada de Jacopo da Varazze. Se trata de una duplicación de la historia de la santa griega Pelagia y de santa Marina. Hija de un sacerdote pagano de Antioquía habría sido convertida por su nodriza que la había puesto a cuidar ovejas. El gobernador Olibrio se sintió atraído por su belleza, pero, ante la negativa de Margarita a acceder a sus pretensiones, la encerró en un calabozo. Allí, fue asaltada por el diablo en forma de un gran dragón que la devoró. Sin embargo, la santa estaba armada con un crucifijo con el que perforó el vientre al monstruo y logró salir. Es posible que esta fábula se haya originado en una imagen mal comprendida. Como tantas otras santas, estaba representada de pie, con las manos unidas, junto a un dragón simbólico sobre el que triunfaba mediante la plegaria. También debe tenerse en cuenta la contaminación con otro tema, como el de Jonás vomitado por la ballena. Después de salir indemne del vientre del dragón, santa Margarita padeció varios suplicios hasta que, finalmente, fue decapitada.
 

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