Libro de Horas de Luis de Orleans

f. 12r, Anunciación


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Esta escena tiene lugar en un interior –quizá un edificio religioso, siguiendo la tradición dada por el Maestro de Boucicaut, una especie de antecámara, si se sigue la de Jean Pucelle, o una mezcla de ambos; no obstante, siempre se trata de un espacio unificado, sin el carácter doméstico con que se halla en los Países Bajos y resaltando más el carácter religioso, por lo que, lógicamente, el marco debe rematarse con un arco que se prolonga en una bóveda, ya que, tanto en Francia como en Flandes, aún continuaba la idea trecentista de mostrar el espacio interior como una vista exterior con el frente abierto; por tanto, la arquitectura que envuelve la escena no deja de ser más que un último resto del marco decorativo, cuya función era fijar la ilustración tridimensional en el plano de la página. Las estatuas doradas de los dos hombres que, dentro de nichos, flanquean la escena en el marco podrían hacer referencia a Isaías y a Moisés o a Jeremías, quizá, con más probabilidad este último, en cuanto su representación no coincide con la del liberador de Israel. Por lo que se refiere al primero, se trata del profeta ligado intrínsecamente al nacimiento del Salvador –remontándose al principio del arte cristiano, esta tradición toma su fuente de Isaías 7, 14, como lo indica la filacteria de uno de los manuscritos del Breviari d’Amor (Escorial, Monasterio de San Lorenzo el Real, ms. S.I..3, f. 95.), entre otras obras. Ambos visten sayos largos y se tocan con gorros de media vuelta. Según señala E. Panofsky, esta antítesis haría alusión al contraste entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, como puede verse en el Retablo de la Anunciación de Aix atribuido a Barthélemy d’Eyck, donde Isaías se contrapone a Jeremías. Cualquiera que sea el símbolo elegido, la figura que representa el Antiguo Testamento se coloca siempre a la izquierda de la Virgen, pues el contraste entre ambos Testamentos implica una oposición de valores, siendo uno superior al otro y expresándose en la regla fundamental de su ubicación. Asimismo, aunque las columnas son usuales en este tipo de ilustraciones que marcan las distintas partes en que se divide cada oficio, en este caso pudieran relacionarse con las del Antiguo Templo de Salomón, Jachin y Boaz. En el interior, a la izquierda, aparece el arcángel san Gabriel, envuelto en una aureola de rayos dorados, con las alas extendidas y señalando con el dedo índice hacia arriba, en un gesto oratorio, tomado de los filósofos de la antigüedad, de exponer el mensaje que viene de Dios; por su parte, la Virgen, de rodillas, ante un reclinatorio donde se encuentra un libro abierto –tal vez las profecías–, se vuelve bruscamente y hace un gesto de aceptación al mostrar su mano abierta con la palma vuelta al exterior, muy similar al que realiza en la misma escena representada en un misal franciscano fechado entre 1483 y 1495 (Lyon, Bibliothèque municipale, ms. 514, f. 270r.). Detrás de ella, se muestra un coro dorado de aspecto clasicista con numerosos ángeles adorando a Santa María, que influirán en la posterior iconografía que surgirán tras el Concilio de Trento (1545-1563).
La posición de los dos personajes principales, la Virgen y el arcángel, corresponde a la ya aparecida en el arte italiano de principios del siglo xiv, como en la Anunciación de Giotto (1305) del arco triunfal de la Capilla Scrovegni de Padua. Bajo influencia del misticismo, Santa María se muestra con aspecto tierno, gracioso y bello. La mesa o reclinatorio con el libro ya aparece en la época carolingia y otoniana; así, desde el punto de vista de las fuentes literarias, el poema carolingio Krist de Otfried describe a la Virgen leyendo el salterio cuando llegó el ángel; en las Meditaciones se dice que la profecía de Isaías.

f. 12r, Anunciación

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f. 12r, Anunciación

Esta escena tiene lugar en un interior –quizá un edificio religioso, siguiendo la tradición dada por el Maestro de Boucicaut, una especie de antecámara, si se sigue la de Jean Pucelle, o una mezcla de ambos; no obstante, siempre se trata de un espacio unificado, sin el carácter doméstico con que se halla en los Países Bajos y resaltando más el carácter religioso, por lo que, lógicamente, el marco debe rematarse con un arco que se prolonga en una bóveda, ya que, tanto en Francia como en Flandes, aún continuaba la idea trecentista de mostrar el espacio interior como una vista exterior con el frente abierto; por tanto, la arquitectura que envuelve la escena no deja de ser más que un último resto del marco decorativo, cuya función era fijar la ilustración tridimensional en el plano de la página. Las estatuas doradas de los dos hombres que, dentro de nichos, flanquean la escena en el marco podrían hacer referencia a Isaías y a Moisés o a Jeremías, quizá, con más probabilidad este último, en cuanto su representación no coincide con la del liberador de Israel. Por lo que se refiere al primero, se trata del profeta ligado intrínsecamente al nacimiento del Salvador –remontándose al principio del arte cristiano, esta tradición toma su fuente de Isaías 7, 14, como lo indica la filacteria de uno de los manuscritos del Breviari d’Amor (Escorial, Monasterio de San Lorenzo el Real, ms. S.I..3, f. 95.), entre otras obras. Ambos visten sayos largos y se tocan con gorros de media vuelta. Según señala E. Panofsky, esta antítesis haría alusión al contraste entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, como puede verse en el Retablo de la Anunciación de Aix atribuido a Barthélemy d’Eyck, donde Isaías se contrapone a Jeremías. Cualquiera que sea el símbolo elegido, la figura que representa el Antiguo Testamento se coloca siempre a la izquierda de la Virgen, pues el contraste entre ambos Testamentos implica una oposición de valores, siendo uno superior al otro y expresándose en la regla fundamental de su ubicación. Asimismo, aunque las columnas son usuales en este tipo de ilustraciones que marcan las distintas partes en que se divide cada oficio, en este caso pudieran relacionarse con las del Antiguo Templo de Salomón, Jachin y Boaz. En el interior, a la izquierda, aparece el arcángel san Gabriel, envuelto en una aureola de rayos dorados, con las alas extendidas y señalando con el dedo índice hacia arriba, en un gesto oratorio, tomado de los filósofos de la antigüedad, de exponer el mensaje que viene de Dios; por su parte, la Virgen, de rodillas, ante un reclinatorio donde se encuentra un libro abierto –tal vez las profecías–, se vuelve bruscamente y hace un gesto de aceptación al mostrar su mano abierta con la palma vuelta al exterior, muy similar al que realiza en la misma escena representada en un misal franciscano fechado entre 1483 y 1495 (Lyon, Bibliothèque municipale, ms. 514, f. 270r.). Detrás de ella, se muestra un coro dorado de aspecto clasicista con numerosos ángeles adorando a Santa María, que influirán en la posterior iconografía que surgirán tras el Concilio de Trento (1545-1563).
La posición de los dos personajes principales, la Virgen y el arcángel, corresponde a la ya aparecida en el arte italiano de principios del siglo xiv, como en la Anunciación de Giotto (1305) del arco triunfal de la Capilla Scrovegni de Padua. Bajo influencia del misticismo, Santa María se muestra con aspecto tierno, gracioso y bello. La mesa o reclinatorio con el libro ya aparece en la época carolingia y otoniana; así, desde el punto de vista de las fuentes literarias, el poema carolingio Krist de Otfried describe a la Virgen leyendo el salterio cuando llegó el ángel; en las Meditaciones se dice que la profecía de Isaías.

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