Apocalipsis 1313

f. 7r, El mensaje a la Iglesia de Pérgamo (Ap. 2, 12-17)


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El ángel-obispo está sentado en un trono episcopal con forma de silla curul. Recibe la filacteria, símbolo del mensaje que Juan está encargado de transmitirle y en el que Cristo felicita al jefe de la comunidad por la fidelidad a su nombre en tiempos de prueba, cuando cierto Antipas dio testimonio de su fe a costa de su vida. Una antigua tradición de la que el comentarista, sin embargo, no se hace eco veía en él al obispo de Pérgamo martirizado bajo Domiciano. Pérgamo, sin embargo, no está exenta de desviaciones, a las que se alude en la elegante iglesia que representa a la comunidad cristiana. Es un edificio de dos pisos coronado por un techo ceñido por un parapeto almenado, dorado y en el que se abren óculos cuatrilobulados. Cruces de oro coronan las torres góticas; un jilguero, que forma parte de la decoración marginal, se encarama en la de la torre-porche. La nave está dividida en dos amplias arquerías. La de la derecha alberga una escena de culto pagano: ante un ídolo – una estatuilla de un desnudo a la antigua armado con una lanza y apoyado en un escudo–, unos adoradores, arrodillados, ofrecen un corderillo mientras un músico anima la ceremonia al son de la vihuela. Bajo la arquería de la izquierda tiene lugar un banquete cortés de cinco comensales, en el que se consume verosímilmente la carne de la víctima. La ilustración evoca las prácticas heréticas de los nicolaítas, de los que se ha hablado ya en el mensaje a la Iglesia de Esmirna, y las costumbres de los adeptos de Balaam. Este profeta codicioso cuya historia se cuenta en el libro de los Números (Num 22-23) había sido sobornado por Balaq para maldecir a los hijos de Israel, contra quienes estaba en guerra el rey moabita, e incitarlos a la prostitución, es decir, en el contexto bíblico, a la idolatría, comiendo las carnes inmoladas a los ídolos. La recompensa celestial aguarda a quienes no hayan caído en la trampa del paganismo: Dios, saliendo de la nube estrellada, sujeta ostensiblemente una piedra oval y opalescente, el misterioso guijarro blanco en el que se grabará un nombre nuevo «que nadie conoce salvo quien lo recibe». 

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


f. 7r, El mensaje a la Iglesia de Pérgamo (Ap. 2, 12-17)

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f. 7r, El mensaje a la Iglesia de Pérgamo (Ap. 2, 12-17)

El ángel-obispo está sentado en un trono episcopal con forma de silla curul. Recibe la filacteria, símbolo del mensaje que Juan está encargado de transmitirle y en el que Cristo felicita al jefe de la comunidad por la fidelidad a su nombre en tiempos de prueba, cuando cierto Antipas dio testimonio de su fe a costa de su vida. Una antigua tradición de la que el comentarista, sin embargo, no se hace eco veía en él al obispo de Pérgamo martirizado bajo Domiciano. Pérgamo, sin embargo, no está exenta de desviaciones, a las que se alude en la elegante iglesia que representa a la comunidad cristiana. Es un edificio de dos pisos coronado por un techo ceñido por un parapeto almenado, dorado y en el que se abren óculos cuatrilobulados. Cruces de oro coronan las torres góticas; un jilguero, que forma parte de la decoración marginal, se encarama en la de la torre-porche. La nave está dividida en dos amplias arquerías. La de la derecha alberga una escena de culto pagano: ante un ídolo – una estatuilla de un desnudo a la antigua armado con una lanza y apoyado en un escudo–, unos adoradores, arrodillados, ofrecen un corderillo mientras un músico anima la ceremonia al son de la vihuela. Bajo la arquería de la izquierda tiene lugar un banquete cortés de cinco comensales, en el que se consume verosímilmente la carne de la víctima. La ilustración evoca las prácticas heréticas de los nicolaítas, de los que se ha hablado ya en el mensaje a la Iglesia de Esmirna, y las costumbres de los adeptos de Balaam. Este profeta codicioso cuya historia se cuenta en el libro de los Números (Num 22-23) había sido sobornado por Balaq para maldecir a los hijos de Israel, contra quienes estaba en guerra el rey moabita, e incitarlos a la prostitución, es decir, en el contexto bíblico, a la idolatría, comiendo las carnes inmoladas a los ídolos. La recompensa celestial aguarda a quienes no hayan caído en la trampa del paganismo: Dios, saliendo de la nube estrellada, sujeta ostensiblemente una piedra oval y opalescente, el misterioso guijarro blanco en el que se grabará un nombre nuevo «que nadie conoce salvo quien lo recibe». 

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


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