«Para conocer la pura verdad de varias regiones del mundo, tomad este libro y leedlo. Aquí encontraréis las grandes maravillas que se han escrito, de la gran Armenia, de Persia, de los tártaros, de la India y de muchas otras provincias». Marco Polo
Hubo un tiempo en el que los cartógrafos medievales no tenían más opción que plasmar las zonas inexploradas como espacios en blanco -o añadir inscripciones que advertían de posibles peligros: animales salvajes, civilizaciones belicosas o criaturas fantásticas-, una época en la que la imaginación suplía a la ignorancia sobre lo desconocido. Fue en el siglo XIII, con la aparición de un texto escrito en francés, cuando el enigma que pesaba sobre aquellos territorios comenzó a disiparse entre un nuevo mundo de respuestas, relatos prodigiosos y leyendas. Ese texto es el que hoy conocemos como El libro de las maravillas del mundo, reflejado en un manuscrito legendario conservado en la Bibliothèque nationale de France del que la editorial Moleiro, referente internacional en la reproducción de códices medievales y renacentistas, ha realizado un «casi-original», un facsímil único e irrepetible compuesto por dos volúmenes profusamente ilustrados.
La historia se remonta a 1260, cuando dos jóvenes, Matteo y Niccolò Polo, abandonaron su ciudad, Venecia, para emprender un viaje como comerciantes; tres años más tarde regresarían como embajadores y mensajeros del Gran Khan. Al retomar su travesía hacia el vasto imperio mongol llevaron consigo a un Marco Polo de apenas 17 años, ajeno al hecho de que pasaría los próximos veinticuatro embelesado con las maravillas de la corte de Kublai Khan.
La familia Polo atravesó Armenia, Persia y los dominios tártaros, hasta llegar a China. Allí, Marco fue recibido por el propio Kublai Khan, quien, impresionado por su inteligencia y capacidades, no tardó en confiarle misiones diplomáticas a través de su extenso imperio. El joven fue testigo de los entresijos de las civilizaciones de Oriente y sus peculiares costumbres. En su libro, dictado en 1298 a su compañero de prisión, Rustichello de Pisa, Marco describe islas repletas de oro, ciudades grandiosas, mercados repletos de especias, piedras preciosas, sedas, así como civilizaciones misteriosas y criaturas insólitas como los cinocéfalos.
El Libro de las maravillas del mundo representa el testimonio de un Asia mucho más avanzada de lo que se creía por aquel entonces en Europa. Los chinos ya utilizaban papel moneda, dominaban la imprenta y fabricaban porcelana de alta calidad. Además, explotaban minas de carbón y contaban con sofisticadas infraestructuras de comunicación y administración. Permitió a las élites occidentales descubrir técnicas y productos que, siglos después, impulsarían revoluciones industriales y comerciales.
El monje franciscano Odorico de Pordenone, menos conocido que Marco Polo, también recorrió Asia con fines misioneros. Ambos exploradores compartieron la curiosidad por aquellas tierras y sus habitantes. Sus testimonios coinciden en muchos aspectos, desde la riqueza de las ciudades asiáticas hasta las leyendas sobre pueblos insólitos y maravillas naturales, ambas reflejadas en este códice.
El manuscrito más célebre de El libro de las maravillas del mundo (Bnf, Fr. 2810), fue realizado entre 1410 y 1412 para Juan Sin Miedo, duque de Borgoña. Ricamente ilustrado con más de ochenta miniaturas, es una obra de arte que refleja la fascinación europea por los relatos orientales. Hoy, este códice sigue siendo un documento esencial para comprender el imaginario medieval sobre Asia y las primeras formas de globalización.