Replicar la perfección

Replicar la perfección

Los manuscritos iluminados fueron el epítome del lujo, sólo al alcance de los patronos más ricos.

El editor Manuel Moleiro ha clonado algunos de los más hermosos.

M. Perera
Foto: Alfredo Arias
Publicación: Tendencias del Mercado del Arte

 

En la Edad Media y el Renacimiento, los códices iluminados, para los que se reclutaba a los mejores pintores y artesanos, estaban casi exclusivamente al alcance de los patronos más poderosos y acaudalados. Manuel Moleiro, fundador de la editorial M. Moleiro, lleva treinta años clonando estas joyas de la bibliofilia creadas originalmente en pergamino, vitela, papel o papiro y en su mayoría embellecidas con miniaturas y elaborados diseños. Las colecciones del Metropolitan de Nueva York, la British Library de Londres, la Biblioteca Nacional de Rusia o el Museo Arqueológico de Madrid, entre una larga lista de instituciones, cuentan con algunas de sus selectas reproducciones. Con una encuadernación en piel curtida con los métodos antiguos y editados sobre un papel especial fabricado a mano, sus réplicas captan todos los matices de las pinturas, del pergamino, del oro y la plata, y por tanto se consideran un “casi original”. Con sede en Barcelona, acaba de abrir también una tienda en el centro de Madrid con su lema “El arte de la perfección”.


Usted trabajó con Franco Maria Ricci. Él fue el editor de los libros de arte más fascinantes que se hicieron en la década de los 80. Destacaban por todo: papel de Fabriano, encuadernación elegantísima, exquisito diseño, las ilustraciones se imprimían en papel arte y se pegaban a mano, con sumo cuidado, por un ejército de jubilados en Milán. El tratamiento de la cromía de las ilustraciones era único. Los autores de los textos eran escritores e intelectuales de primer orden: Jorge Luis Borges, Umberto Eco, Julio Cortázar, Roland Barthes, por citar algunos. Yo le conocí en la Feria de Frankfurt en 1980 y me cautivó su colección Los Signos del Hombre, que editaba en italiano y estaba a punto de naufragar. Le convencí para hacerlos en español y me costó mucho esfuerzo, pero conseguí que la colección fuera un gran éxito comercial y siga siendo un ejemplo de lo bello en el mundo de la edición de alta calidad. Fui también el editor y director de FMR, considerada entonces la revista más bella del mundo. A finales de los ochenta me desligué del tema para dar un salto con mi propia marca. Franco Maria Ricci, el genial editor que siempre llevaba en la solapa de su chaqueta negra una rosa de plástico roja que le había regalado Missoni, falleció en 2020 y hasta su muerte fuimos buenos amigos.


¿Cómo empezó con los códices? En 1991 quise crear mi propia marca, M. Moleiro Editor, clonar y estudiar los manuscritos iluminados más hermosos que se hicieron en la Edad Media y en el Renacimiento y que han sobrevivido al paso y peso de la historia precisamente por ser tesoros lo que los hace inaccesibles. Actualmente se conservan en las bibliotecas nacionales y grandes museos de media docena de países muy ricos y poderosos que se han ido haciendo con ellos en momentos convulsos: guerras, revoluciones…  Como me dijo Vladímir Nikoláyevich Záitsev: “en las guerras y en las revoluciones todo se compra y todo se vende”. Así contestó a mi pregunta el director general de la Biblioteca Nacional de Rusia, en 1998, cuando estaba clonando en San Petersburgo el Libro de horas de Luis de Orleans, iluminado por Jean Colombe, quien realizó también, junto a los hermanos Limbourg, la mayoría de miniaturas de Las muy ricas horas del duque de Berry. Estas joyas bibliográficas se crearon para emperadores como Fernando I, monarcas como Isabel la Católica, Ana de Bretaña, San Luis y sultanes como Murad III. Su realización estaba a cargo de los mejores pintores del momento, habilísimos calígrafos, encuadernadores, joyeros. Todo en ellos es excepcional y esa es la razón de que hayan llegado hasta nosotros porque en las grandes catástrofes lo primero que uno salva es lo que más quiere y después lo que más vale.


¿Cómo fueron los inicios? Lo primero que hice fue en 1992 para la celebración del Descubrimiento de América. Con motivo de la Expo de Sevilla, la Biblioteca Nacional de España y el Gobierno querían hacer algo muy bien hecho para obsequiar a los jefes de Estado invitados. Pensé en replicar el Beato de Fernando I y Doña Sancha, que está en la Biblioteca Nacional y es un símbolo del país. Lo hice con la intención de clonarlo; no iba a hacer un facsímil, porque a todo se le llamaba facsímil, e hice el códice con todas las características del original. Eso sí, usamos un pergamino vegetal, con la misma densidad, grosor y textura que el auténtico, porque sería inaceptable sacrificar centenares o miles de animales para hacer estos códices. La edición se agotó inmediatamente y hoy, cada ejemplar está revalorizado en 15.000 euros.

 

Clon de las Grandes Horas de Ana de Bretaña (1503-1508)

 

¿Qué es la clonación exactamente? Es replicar un códice fielmente en todos sus aspectos, de modo que sea indistinguible del original. Para ello se requiere la tecnología más avanzada combinada con un trabajo artesanal minucioso. Todos los detalles son importantes. Este códice, por ejemplo, es el Breviario de Isabel la Católica, la piel de la encuadernación es de plena flor, la parte exterior de la piel, la de mayor calidad que existe; está curtida de modo natural porque así se conserva el grabado en oro. Cuando se utiliza piel curtida en fábricas, de Europa o de cualquier país avanzado, el procedimiento es demasiado rápido y los químicos que se emplean, como el cromo y el cloro, eliminan el poro, de modo que con el tiempo el grabado va desapareciendo porque es piel demasiado endurecida. El curtido natural de la piel puede tardar de nueve a dieciocho meses, según la que se elija; este tipo de piel la compramos en algunos países de Asia o de África, donde todavía se utiliza el método natural. Es un breviario dominico y está completo y la verdad es que no quería comprometerme con él en aquel momento porque había pedido autorización para hacer el Splendor Solis, un tratado de alquimia del siglo XVI, pero la British Library me insistió tanto, que acabé haciendo ambos simultáneamente.


¿Por qué no había pedido el permiso? Porque ya lo habían solicitado antes de mí todos los editores europeos más prestigiosos y se lo habían denegado a todos. Pero fue la propia institución quien me lo encargó. En el manuscrito hay detalles muy significativos, como el hecho de situar el escudo de los Reyes Católicos junto a la coronación de la Virgen. Lo que nos está diciendo es “Yo soy Reina de la Tierra, así como la Virgen es Reina de los Cielos”. El libro de estudios del Breviario, con el análisis completo, está publicado en español, inglés y francés. Siempre publicamos los estudios en estos idiomas, a veces también en portugués, pues hemos clonado toda la cartografía portuguesa más importante de la época de los descubrimientos.

 

Clon del Splendor Solis (1582)

 

Sostiene que la cartografía era como un instrumento de poder y de chantaje político. ¿Podía también manipular la información? Era una herramienta diplomática. No es que manipulara la información, lo que manipulaba era el conocimiento. Por ejemplo, el Atlas Miller, que es el de la primera circunnavegación de la Tierra, lo mandó hacer Manuel I de Portugal para engañar a Carlos V quien, por cierto, era su suegro por un lado y su cuñado por otro. En este atlas, Manuel I diseñó un mapa del mundo que prolongaba la tierra de América hasta unirla con Asia. De esa forma no era posible llegar a Oriente navegando hacia Occidente, proyecto que Magallanes estaba preparando en aquel momento para los castellanos, buscando un paso que conectara el océano Atlántico con el Mar del Sur, el que Núñez de Balboa había avistado desde Panamá. Magallanes estaba preparando la expedición, en el Real Alcázar de Sevilla, protegido con guardia personal porque los portugueses lo habían condenado a muerte.


¿Por qué lo querían ejecutar? Porque los españoles querían llegar a las Molucas, las islas de las especias, que era un negocio muy boyante exclusivo de los portugueses. El Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belem de Lisboa, por ejemplo, se sufragaron con dinero de las especias. Por el Tratado de Tordesillas se había dividido el mundo en dos mitades, una para Portugal y otra para España. El Atlántico Sur y el Índico pertenecían a los portugueses. Y claro, para ir a las Molucas se necesitaba cruzar el Índico. Con el descubrimiento del Estrecho de Magallanes los españoles tenían también acceso a este negocio, navegando por el Mar del Sur, el océano Pacífico. Magallanes, gran marino portugués, con una información que le habían pasado, falsificó las distancias y según esos cálculos, las Molucas estaban situadas en el hemisferio español, no en el portugués. Magallanes convenció a Carlos V para que le ayudara a financiar la expedición. Más adelante, se dieron cuenta de que no era así, que las Molucas realmente estaban en aguas portuguesas. En 1529 se firmaría el Tratado de Zaragoza, en el que Carlos V reconoce las Molucas para Portugal.

 

Para clonar una obra, ¿tiene que enamorarse de ella, de su historia, de las imágenes o del significado? Un poco todo; para que yo me implique en un proyecto de este tipo tiene que estar reconocida como una obra maestra y luego, debo obtener el permiso de la institución que la conserva. He clonado muchos manuscritos iluminados, buscando los mejores allá donde estuviesen; he devuelto su integridad a códices como el Beato de Cardeña, cuyos folios se conservan dispersos entre el Metropolitan de Nueva York, la Biblioteca Nacional de España y otras instituciones; o la Biblia de San Luis conservada casi en su totalidad en la Catedral de Toledo, excepto uno de sus folios, que posee la Morgan Library de Nueva York. He replicado también, entre otros, el Atlas Vallard de la Huntington Library, que está en San Marino, California; el Libro de los Medicamentos Simples, el Libro de Horas de Luis de Orleans y el Libro del Tesoro, todos ellos en la Biblioteca Nacional de Rusia; atlas portugueses como el Atlas de Diogo Homem o el mencionado Atlas Miller; el Libro de Horas de María de Navarra, realizado en Barcelona para el rey Pedro el Ceremonioso como regalo para su mujer, María de Navarra, y que en un determinado momento de la historia llegó a la Biblioteca Marciana de Venecia, donde sigue. Estas joyas no van a regresar nunca.

 

Clon del Libro de Horas de Jean de Montauban (c. 1430-1440)

 

¿Qué valor tenían en la época? Costaban una auténtica fortuna, teniendo en cuenta que había que contratar a los mejores pintores, hacerse con los pergaminos, prepararlos, pintarlos y escribirlos. Por ejemplo, la Biblia de San Luis, que son tres volúmenes, con 4.887 escenas diferentes, requirió unos 12 años de trabajo. Era imposible hacer estos códices en menos de cinco o seis años, pues había que tener también el guion; la Biblia ya lo tenía, pero luego había que pintar esas casi cinco mil imágenes diferentes, y para eso hay que poseer una gran capacidad creativa. La prueba es que los códices más renombrados eran obsequios para las grandes personalidades de su época.


¿Llegaban a la nobleza o eran para clases más altas? Eran para las clases más altas. A la nobleza llegaba un libro, que podríamos considerar menor, el Libro de Horas. Alfonso X el Sabio, por ejemplo, dejó escrito en su testamento que solamente él tenía la dignidad suficiente para hojear la Biblia de San Luis. Ni la reina ni el príncipe. Y por eso se conserva en tan buen estado. También dejó dicho en el Concilio de Sevilla que la Biblia era de su propiedad, que se la había regalado el propio San Luis, Luis IX de Francia. Pero San Luis no se la regaló; de ser así, estaría documentado porque era un obsequio extraordinario, demasiado caro.

 

Clon del Libro de la Caza, Gaston Fébus (principios del s. XV)

 

¿Y cómo llegó entonces a sus manos? La Biblia llegó a Toledo por la hija de Blanca de Castilla, que también se llamaba Blanca. La hija vino para casarse con el primogénito de Alfonso X el Sabio, y como éste murió en una batalla, su otro hijo, Sancho IV, la desposó, y para agradecer al clero que consiguiera de Roma el permiso para poder casarse con una familiar, la donó a la catedral de Toledo y nunca más salió de ahí. Tuvo una gran suerte esta Biblia de que nuestra editorial decidiese clonarla pues descubrimos que una o dos de sus páginas estaban repletas de hongos que ya se habían comido la pintura. Nosotros pagamos su restauración. Actualmente, cuando uno va a ver el tesoro de la catedral de Toledo está viendo mi Biblia, igualmente si uno va a la catedral de Girona, está viendo mi Beato.


Los auténticos están protegidos. Sí, además, hago un grandísimo favor a las bibliotecas porque estos manuscritos se estudian con un equipo de profesionales de primera línea. Muchos medios han dicho que ponemos perfumes en nuestros clones, pero no es cierto, es el olor que desprenden los propios materiales. La piel es natural y el cosido se realiza con los mismos tipos de hilo de caña que existían en aquel momento y eso tiene un aroma especial; lo único que es creación propia es el estuche de diseño que hacemos para el códice, con la finalidad de proteger el libro. Este libro, por ejemplo, son las Grandes Horas de Ana de Bretaña, con los broches de plata de ley y las pinturas de Jean Bourdichon, pintor maestro en botánica y pintor de corte; una de las pinturas recuerda a la Virgen de las rocas de Leonardo, y dicen que es el pintor que ha pintado a la más hermosa de todas las vírgenes. Pagar a un buen pintor era un símbolo de poder de los reinos. Es un códice que hice a petición de la Biblioteca Nacional de Francia.


¿Se llaman manuscritos iluminados por el oro? Sí, porque el oro refleja la luz. Creo que los manuscritos empezaron a hacerse ya a cierto nivel a partir del siglo XI; las obras anteriores no suelen tener las mismas características, y se alcanza la perfección en los siglos XIII, XIV y XV, cuando se abandonan porque surge la imprenta y por lo caro que era.


¿Cuál es su obra preferida? Yo diría que, por una razón sentimental, el Libro del Caballero Zifar, del siglo XV, porque es la primera novela escrita en castellano.

 

Preferencias sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Para obtener más información puedes leer nuestra política sobre cookies. Puedes aceptar todas las cookies, configurarlas o rechazar su uso haciendo click en alguno de los botones que encontrarás a continuación.