Livro do Golfe (Livro de Horas)

f. 12v


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Simon Bening ha reducido la imagen de la crucifixión en el Libro del Golf a los personajes esenciales: Cristo, ya muerto, clavado en una cruz, sin suppedaneum, en forma de tau con el título, en donde se lee «inri», encima del travesaño. Aunque no hay gran efusión de sangre, ésta resbala por el antebrazo, el abdomen y la cruz hasta llegar al suelo. A la derecha del Señor, la Virgen de pie con las manos juntas, su rostro denota dolor; a la izquierda, vestido de rojo, san Juan Evangelista, de perfil, separa las manos y mira a Jesús. Detrás de la cruz, la calavera y huesos que pertenecieron a Adán, como indica la leyenda. Al fondo, la soldadesca volviendo a Jerusalén. Salvo por el paño de pureza flotante de Cristo y por la aparición de san Juan de perfil, lo que da cierto movimiento a una escena más bien estática, la composición es prácticamente idéntica a la de una serie de obras de Simon Bening, que arrancan del Misal de Diksmuide (perdido durante el incendio del Ayuntamiento de la ciudad en donde se encontraba durante la primera guerra mundial) y continúan con el Libro de horas de las flores (f. 29v.) y con las Horas de los Hennessy (f. 96v.). No hay ninguna referencia a los ladrones, concentrándose todo en el momento posterior al fallecimiento del Señor y en las figuras esenciales de su Madre y de san Juan.

La primera representación conservada de Cristo crucificado acompañado por santa María y san Juan se encuentra en el relieve de una placa de marfil realizada en el norte de Italia hacia 420-430 (Londres, British Museum). La aparición de ambos personajes está documentada en una de las miniaturas del Evangeliario de Rábula, realizado en 586. Tema de origen oriental, donde la Virgen se encuentra a la derecha de su Hijo y san Juan a la izquierda, aparece en occidente hacia el siglo ix, como muestra una miniatura de la Armonía de los Evangelios de Otfried von Weissenburg, realizada hacia 868 (Viena, Österreichische Nationalbibliothek, Cod. 2687, f. 153v.); a partir de entonces, son innumerables las representaciones en que se hallan únicamente los tres personajes. La evolución de este tema iconográfico a lo largo del tiempo afectará, lógicamente, al aspecto de Cristo y a los gestos de dolor, mayor o menor, de la Virgen que, en este caso, siempre aparece de pie, en contraposición con otras crucifixiones de los siglos xv y xvi donde se desmaya en brazos de san Juan o de las santas mujeres.

En la escena de la orla inferior aparece José de Arimatea, acompañado por Nicodemo, que lleva un martillo y unas tenazas, pidiendo autorización a Pilato, sentado en un trono de piedra y con un largo bastón de justicia, para dar sepultura a Cristo. Dos cortesanos ataviados con vestiduras orientales los miran. Junto a Nicodemo, hay un perro.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia

f. 12v, Crucifixión

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f. 12v

Simon Bening ha reducido la imagen de la crucifixión en el Libro del Golf a los personajes esenciales: Cristo, ya muerto, clavado en una cruz, sin suppedaneum, en forma de tau con el título, en donde se lee «inri», encima del travesaño. Aunque no hay gran efusión de sangre, ésta resbala por el antebrazo, el abdomen y la cruz hasta llegar al suelo. A la derecha del Señor, la Virgen de pie con las manos juntas, su rostro denota dolor; a la izquierda, vestido de rojo, san Juan Evangelista, de perfil, separa las manos y mira a Jesús. Detrás de la cruz, la calavera y huesos que pertenecieron a Adán, como indica la leyenda. Al fondo, la soldadesca volviendo a Jerusalén. Salvo por el paño de pureza flotante de Cristo y por la aparición de san Juan de perfil, lo que da cierto movimiento a una escena más bien estática, la composición es prácticamente idéntica a la de una serie de obras de Simon Bening, que arrancan del Misal de Diksmuide (perdido durante el incendio del Ayuntamiento de la ciudad en donde se encontraba durante la primera guerra mundial) y continúan con el Libro de horas de las flores (f. 29v.) y con las Horas de los Hennessy (f. 96v.). No hay ninguna referencia a los ladrones, concentrándose todo en el momento posterior al fallecimiento del Señor y en las figuras esenciales de su Madre y de san Juan.

La primera representación conservada de Cristo crucificado acompañado por santa María y san Juan se encuentra en el relieve de una placa de marfil realizada en el norte de Italia hacia 420-430 (Londres, British Museum). La aparición de ambos personajes está documentada en una de las miniaturas del Evangeliario de Rábula, realizado en 586. Tema de origen oriental, donde la Virgen se encuentra a la derecha de su Hijo y san Juan a la izquierda, aparece en occidente hacia el siglo ix, como muestra una miniatura de la Armonía de los Evangelios de Otfried von Weissenburg, realizada hacia 868 (Viena, Österreichische Nationalbibliothek, Cod. 2687, f. 153v.); a partir de entonces, son innumerables las representaciones en que se hallan únicamente los tres personajes. La evolución de este tema iconográfico a lo largo del tiempo afectará, lógicamente, al aspecto de Cristo y a los gestos de dolor, mayor o menor, de la Virgen que, en este caso, siempre aparece de pie, en contraposición con otras crucifixiones de los siglos xv y xvi donde se desmaya en brazos de san Juan o de las santas mujeres.

En la escena de la orla inferior aparece José de Arimatea, acompañado por Nicodemo, que lleva un martillo y unas tenazas, pidiendo autorización a Pilato, sentado en un trono de piedra y con un largo bastón de justicia, para dar sepultura a Cristo. Dos cortesanos ataviados con vestiduras orientales los miran. Junto a Nicodemo, hay un perro.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia

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