Beato de Liébana, códice del Monasterio de San Andrés de Arroyo, Palencia

f. 161v, La nueva Jerusalén


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En esta miniatura no se ha ilustrado todo el capítulo 21, sino sólo los versículos12-17 y, parcialmente, 18-23; es decir, los relativos a la descripción de la Jerusalén Celeste. Como en la práctica totalidad de los beatos, la pintura carece de marco y ocupa todo el folio. La nueva Jerusalén, en la que predominan los metales preciosos como en ninguna otra construcción de este manuscrito, se representa como un edificio contemplado en perspectiva abatida. Presenta forma cuadrada con cuatro murallas; cada una, con seis formas torreadas, cuyas cubiertas cónicas están rematadas por bolas de oro; tres arcos de medio punto rebajado bajo los que están los torsos de otros tantos apóstoles en actitud de diálogo –nueve de ellos imberbes y tres barbados-, inidentificables por la ausencia de atributos. Los arcos y las columnas sobre las que se apoyan aquéllos son de oro y de plata, así como los sillares y sus marcos de los muros ubicados en las cuatro esquinas, recogiendo en parte lo descrito en la storia, lo mismo que las pilastras entre los arcos, donde hay figuraciones de gemas que siguen una misma disposición; es decir, sobre fondo rojo, dos pares de piedras verdes rodeando una más o menos romboidal azul –todas ellas con un filo o un punto blanco, para representar su brillo- y una elíptica, ocre, debajo. Las murallas rodean un patio enmarcado por doble fila de sillares verdes y un recuadro de piedras preciosas como las descritas flanqueadas por dos líneas de plata. El patio, de fondo azul, presenta, a la izquierda, a uno de los ángeles de las plagas, cuyas alas se han dispuesto de forma anómala a causa de la falta de espacio, con una caña dorada en sus manos. Junto al él, un cordero blanco con nimbo crucífero, cuya pata izquierda sostiene un largo vástago de plata acabado en una cruz patada de oro. Frente a ellos, San Juan, nimbado, pero calzado, con la palma de la diestra en alto. Esta ilustración se aparta totalmente de los ciclos apocalípticos europeos en los que, o bien el ángel muestra a San Juan la ciudad desde una colina, siguiendo el rapto místico que, según la narración apocalíptica, tuvo el apóstol, o bien aparece la Jerusalén Celeste como una planta edilicia redonda con doce arcos, tres en cada eje, en disposición ideal cruciforme, con el Cordero en el centro, todo demostrado por el enviado celeste al supuesto autor del Apocalipsis desde abajo, significando el descenso de la urbe santa que se indica en el relato.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)

 

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f. 161v, La nueva Jerusalén

En esta miniatura no se ha ilustrado todo el capítulo 21, sino sólo los versículos12-17 y, parcialmente, 18-23; es decir, los relativos a la descripción de la Jerusalén Celeste. Como en la práctica totalidad de los beatos, la pintura carece de marco y ocupa todo el folio. La nueva Jerusalén, en la que predominan los metales preciosos como en ninguna otra construcción de este manuscrito, se representa como un edificio contemplado en perspectiva abatida. Presenta forma cuadrada con cuatro murallas; cada una, con seis formas torreadas, cuyas cubiertas cónicas están rematadas por bolas de oro; tres arcos de medio punto rebajado bajo los que están los torsos de otros tantos apóstoles en actitud de diálogo –nueve de ellos imberbes y tres barbados-, inidentificables por la ausencia de atributos. Los arcos y las columnas sobre las que se apoyan aquéllos son de oro y de plata, así como los sillares y sus marcos de los muros ubicados en las cuatro esquinas, recogiendo en parte lo descrito en la storia, lo mismo que las pilastras entre los arcos, donde hay figuraciones de gemas que siguen una misma disposición; es decir, sobre fondo rojo, dos pares de piedras verdes rodeando una más o menos romboidal azul –todas ellas con un filo o un punto blanco, para representar su brillo- y una elíptica, ocre, debajo. Las murallas rodean un patio enmarcado por doble fila de sillares verdes y un recuadro de piedras preciosas como las descritas flanqueadas por dos líneas de plata. El patio, de fondo azul, presenta, a la izquierda, a uno de los ángeles de las plagas, cuyas alas se han dispuesto de forma anómala a causa de la falta de espacio, con una caña dorada en sus manos. Junto al él, un cordero blanco con nimbo crucífero, cuya pata izquierda sostiene un largo vástago de plata acabado en una cruz patada de oro. Frente a ellos, San Juan, nimbado, pero calzado, con la palma de la diestra en alto. Esta ilustración se aparta totalmente de los ciclos apocalípticos europeos en los que, o bien el ángel muestra a San Juan la ciudad desde una colina, siguiendo el rapto místico que, según la narración apocalíptica, tuvo el apóstol, o bien aparece la Jerusalén Celeste como una planta edilicia redonda con doce arcos, tres en cada eje, en disposición ideal cruciforme, con el Cordero en el centro, todo demostrado por el enviado celeste al supuesto autor del Apocalipsis desde abajo, significando el descenso de la urbe santa que se indica en el relato.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)

 

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