Beato de Liébana, códice de Fernando I y doña Sancha

f. 6, Alfa


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Esta extraordinaria miniatura da inicio al em>Beato de Fernando I y doña Sancha. Alfa y Omega son las dos letras griegas aplicadas a Dios en multitud de medios artísticos cristianos, pero es en el ámbito asturleonés donde su importancia alcanza un nivel superior, mientras se recurre a ellas continuamente, tanto en obras religiosas como en algunas profanas (arte asturiano). Aquí existe una doble alusión a Dios y al inicio del códice, puesto bajo su protección. La gigantesca Alfa impone su presencia. Mientras se adorna prodigiosamente con diversos entrelazos realizados con oro en buena medida. No existe nada semejante en el Beato de Magio, pero se encuentra en el de Gerona (f. 19). La semejanza es demasiado estrecha para suponerla casual, lo que quiere decir que hubo un modelo previo para ambas, estando el más lejano en la ilustración carolingia tardía. Pero la riqueza, tanto en el uso de oro como en la complejidad y excelente realización de los entrelazos, es claramente superior en el manuscrito isidoriano, debido al hecho de que se trata de una obra proveniente de un posible scriptorium real y al deseo del monarca de que superar en este sentido a todo lo que hasta entonces se había llevado a cabo.

Ya en Gerona la letra cobija la “Maiestas Domini” entronizada, pero aquí la imagen divina ha sido desplazada a la zona inferior, en pie, portando en su izquierda una Omega de considerables dimensiones, pero mucho menor que la otra. En Gerona, en la zona alta están los inspiradores y modelos de Beato, pero en nuestro códice los artistas han querido prescindir de todo elemento de distracción del tema principal. No obstante, la monumentalidad ornamental de la gigantesca inicial se enriquece con elementos figurativos tan singulares como los ángeles alados que surgen de la boca de dragoncillos o la doble escena del ave comida por un cuadrúpedo, verosímilmente una fiera. Mientras los primeros flanquean en cierta medida la forma divina, el otro asunto le es ajeno. Sin embargo, recuerda una pequeña miniatura marginal, que está en varios beatos, y se hace eco de un texto donde se previene de la astucia de los zorros que engañan, igual que hacen los herejes. El depredador se diferencia en sus rasgos del zorro, según se ve en la pequeña ilustración posterior, pero la idea contrastada del bien representado por dios y la imagen negativa del animal quizás no sea del todo gratuita.

La miniatura se debe al primer maestro y es uno de sus más hermosos trabajos. Tanto las figuras como los ornamentos de las letras están realizados con un exquisito cuidado en lo que se refiere a la línea. Las vestiduras se han trazado minuciosamente, multiplicándose los rasgos de pluma de toda clase y color sobre las superficies. Estilísticamente, existe una voluntad de cambio respecto a la herencia altomedieval, hasta el punto de que no sería irrazonable hablar de románico. Las bandas del fondo se han limitado conscientemente, de modo que predomina un tono morado o púrpura, signo del carácter imperial del patrono, el rex e imperator que fue Fernando I. Aunque inspirado el folio en una imagen anterior, seguramente las diferencias fueron suficientes para que se creara una especie de apropiado icono que se repitió pocos años más tarde en el Diurnal encargado por los mismos monarcas.

Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)


f. 6, Alfa

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f. 6, Alfa

Esta extraordinaria miniatura da inicio al em>Beato de Fernando I y doña Sancha. Alfa y Omega son las dos letras griegas aplicadas a Dios en multitud de medios artísticos cristianos, pero es en el ámbito asturleonés donde su importancia alcanza un nivel superior, mientras se recurre a ellas continuamente, tanto en obras religiosas como en algunas profanas (arte asturiano). Aquí existe una doble alusión a Dios y al inicio del códice, puesto bajo su protección. La gigantesca Alfa impone su presencia. Mientras se adorna prodigiosamente con diversos entrelazos realizados con oro en buena medida. No existe nada semejante en el Beato de Magio, pero se encuentra en el de Gerona (f. 19). La semejanza es demasiado estrecha para suponerla casual, lo que quiere decir que hubo un modelo previo para ambas, estando el más lejano en la ilustración carolingia tardía. Pero la riqueza, tanto en el uso de oro como en la complejidad y excelente realización de los entrelazos, es claramente superior en el manuscrito isidoriano, debido al hecho de que se trata de una obra proveniente de un posible scriptorium real y al deseo del monarca de que superar en este sentido a todo lo que hasta entonces se había llevado a cabo.

Ya en Gerona la letra cobija la “Maiestas Domini” entronizada, pero aquí la imagen divina ha sido desplazada a la zona inferior, en pie, portando en su izquierda una Omega de considerables dimensiones, pero mucho menor que la otra. En Gerona, en la zona alta están los inspiradores y modelos de Beato, pero en nuestro códice los artistas han querido prescindir de todo elemento de distracción del tema principal. No obstante, la monumentalidad ornamental de la gigantesca inicial se enriquece con elementos figurativos tan singulares como los ángeles alados que surgen de la boca de dragoncillos o la doble escena del ave comida por un cuadrúpedo, verosímilmente una fiera. Mientras los primeros flanquean en cierta medida la forma divina, el otro asunto le es ajeno. Sin embargo, recuerda una pequeña miniatura marginal, que está en varios beatos, y se hace eco de un texto donde se previene de la astucia de los zorros que engañan, igual que hacen los herejes. El depredador se diferencia en sus rasgos del zorro, según se ve en la pequeña ilustración posterior, pero la idea contrastada del bien representado por dios y la imagen negativa del animal quizás no sea del todo gratuita.

La miniatura se debe al primer maestro y es uno de sus más hermosos trabajos. Tanto las figuras como los ornamentos de las letras están realizados con un exquisito cuidado en lo que se refiere a la línea. Las vestiduras se han trazado minuciosamente, multiplicándose los rasgos de pluma de toda clase y color sobre las superficies. Estilísticamente, existe una voluntad de cambio respecto a la herencia altomedieval, hasta el punto de que no sería irrazonable hablar de románico. Las bandas del fondo se han limitado conscientemente, de modo que predomina un tono morado o púrpura, signo del carácter imperial del patrono, el rex e imperator que fue Fernando I. Aunque inspirado el folio en una imagen anterior, seguramente las diferencias fueron suficientes para que se creara una especie de apropiado icono que se repitió pocos años más tarde en el Diurnal encargado por los mismos monarcas.

Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)


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