Beato de Liébana, códice de Fernando I y doña Sancha

f. 173, El sexto ángel toca la trompeta (Apoc. IX, 13-16)


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“Y el sexto ángel tocó la trompeta y oí una voz que procedía de los cuatro extremos del altar áureo, que está ante los ojos de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: desata los cuatro ángeles que están atados en el gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles, que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año, para que mataran a la tercera parte de los hombres. Y el número del ejército ecuestre era de dos miríadas. Yo oí su número”.

Aunque estamos ante el anuncio de un conjunto de plagas terribles, si bien el primer momento es de pura expectación, Beato insiste en su explicación espiritual. “Aquí comienza la novísima predicación”, dice. La voz que procede de una de las cuatro esquinas del altar es la despueblo de la circuncisión (los judíos). El altar de oro es la Iglesia que procede de aquel. Cuando se dice que hay que soltar a los cuatro ángeles, se refiere a las cuatro partes del mundo, por tanto, que la palabra de Dios ha de ser predicada a todo el universo. El Éufrates es el río de Babilonia y por ella se entiende el mundo entero. Esta nueva predicación se da en tiempos del Anticristo. Estos ángeles y los de los vientos son los mismos.

Aunque se adelanta en el texto la llegada del ejército protagonista de la próxima lucha, la miniatura aún lo ignora, centrándose en el momento anterior. De nuevo estamos ante una secuencia del Beato de Fernando I cuya lectura comienza en la parte superior. Arriba, a la izquierda está el trono y Dios, aunque sólo se ve un arco de círculo. El ángel hace sonar su trompeta por primera vez. Está ante el altar. Al oír las voces que proceden de allí vuelve a tocar la trompeta. Debajo se encuentra el río y los cuatro ángeles. Ni en el Beato de Magio (f. 144) ni en el de Valcavado (f. 121) ni siquiera en el de Gerona (f. 158), ocupa más que las tres cuartas partes del folio

.Sólo en el Beato de Fernando I y doña Sancha casi lo llena, ocupando una superficie que permite una mayor holgura a la hora de contar la historia, especialmente cargada en los Beatos de Magio y de Valcavado. El aire de expectación implica una cierta quietud tensa que en buena medida consigue expresar el segundo artista. El altar en T es de oro (“ara aurea”). El río Éufrates comienza como círculo y se expande en línea gruesa que adelgaza hasta llegar a un final en punta. Bajo él, los cuatro ángeles (“ubi quattuor angeli tenentur trans flumen magnum Eufraten”). Componen un grupo meticulosamente dispuesto. Cada figura es casi igual a la otra y las alas se despliegan de modo exactamente igual. Apenas difieren los gestos de las manos. Pero los colores producen las diferencias, sin cambiar el ritmo. El primer ángel de la izquierda viste una túnica verde y el tercero tiene unas alas del mismo color. El vestido del segundo es rojo y el color se repite en las alas del cuarto. Los falsos nimbos del primero y tercero son amarillos, mientras los del segundo y cuarto son azul oscuro. Nada es casual en el Beato de Facundo.

Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)


f. 173, El sexto ángel toca la trompeta (Apoc. IX, 13-16)

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f. 173, El sexto ángel toca la trompeta (Apoc. IX, 13-16)

“Y el sexto ángel tocó la trompeta y oí una voz que procedía de los cuatro extremos del altar áureo, que está ante los ojos de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: desata los cuatro ángeles que están atados en el gran río Éufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles, que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año, para que mataran a la tercera parte de los hombres. Y el número del ejército ecuestre era de dos miríadas. Yo oí su número”.

Aunque estamos ante el anuncio de un conjunto de plagas terribles, si bien el primer momento es de pura expectación, Beato insiste en su explicación espiritual. “Aquí comienza la novísima predicación”, dice. La voz que procede de una de las cuatro esquinas del altar es la despueblo de la circuncisión (los judíos). El altar de oro es la Iglesia que procede de aquel. Cuando se dice que hay que soltar a los cuatro ángeles, se refiere a las cuatro partes del mundo, por tanto, que la palabra de Dios ha de ser predicada a todo el universo. El Éufrates es el río de Babilonia y por ella se entiende el mundo entero. Esta nueva predicación se da en tiempos del Anticristo. Estos ángeles y los de los vientos son los mismos.

Aunque se adelanta en el texto la llegada del ejército protagonista de la próxima lucha, la miniatura aún lo ignora, centrándose en el momento anterior. De nuevo estamos ante una secuencia del Beato de Fernando I cuya lectura comienza en la parte superior. Arriba, a la izquierda está el trono y Dios, aunque sólo se ve un arco de círculo. El ángel hace sonar su trompeta por primera vez. Está ante el altar. Al oír las voces que proceden de allí vuelve a tocar la trompeta. Debajo se encuentra el río y los cuatro ángeles. Ni en el Beato de Magio (f. 144) ni en el de Valcavado (f. 121) ni siquiera en el de Gerona (f. 158), ocupa más que las tres cuartas partes del folio

.Sólo en el Beato de Fernando I y doña Sancha casi lo llena, ocupando una superficie que permite una mayor holgura a la hora de contar la historia, especialmente cargada en los Beatos de Magio y de Valcavado. El aire de expectación implica una cierta quietud tensa que en buena medida consigue expresar el segundo artista. El altar en T es de oro (“ara aurea”). El río Éufrates comienza como círculo y se expande en línea gruesa que adelgaza hasta llegar a un final en punta. Bajo él, los cuatro ángeles (“ubi quattuor angeli tenentur trans flumen magnum Eufraten”). Componen un grupo meticulosamente dispuesto. Cada figura es casi igual a la otra y las alas se despliegan de modo exactamente igual. Apenas difieren los gestos de las manos. Pero los colores producen las diferencias, sin cambiar el ritmo. El primer ángel de la izquierda viste una túnica verde y el tercero tiene unas alas del mismo color. El vestido del segundo es rojo y el color se repite en las alas del cuarto. Los falsos nimbos del primero y tercero son amarillos, mientras los del segundo y cuarto son azul oscuro. Nada es casual en el Beato de Facundo.

Joaquín Yarza Luaces
Universidad Autónoma de Barcelona
(Fragmento del libro de estudio Beato de Fernando I y Doña Sancha)


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