Beato de Liébana, códice del Monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos

f. 102v, Apertura de los cuatro primeros sellos (Los cuatro jinetes del Apocalipsis) (Ap. 6, 1-8), Pedro.


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Los cuatro jinetes del Apocalipsis eran sinónimo de destrucción. Para Beato, que sigue en este punto a Victorino de Poetovio (Pettau) y a San Jerónimo, el jinete coronado que monta el caballo blanco figura la voz triunfadora de Dios; el caballo simboliza la Iglesia y el jinete es Cristo. La ilustración, que ocupa el folio completo, desarrolla una secuencia narrativa, cuya figuración más antigua se halla actualmente en el Beato de Valcavado (f. 93r). Está silueteada por medio de un marco cuyos ángulos dibujan un artístico entrelazo. El fondo está dividido en tres bandas, naranja, castaño y azul en orden descendente, con los consabidos rombos formados de punteados que cubren la superficie.

El planteamiento iconográfico afecta algunas variantes respecto a los otros beatos del stemma IIa, de los cuales Valcavado, Urgell (f. 103v) y Fernando I (f. 135r), coinciden entre sí. Los caballos carecen del brío y movimiento de aquellos que galopan, pues han sido captados en actitud de paso. Distribuidos en doble fila, son portadores del atributo asignado a cada uno y se dirigen hacia la izquierda. El primero, que dispara una flecha, no monta un caballo blanco (solamente es de este color el de Urgell), sino pinteado, como el de Fernando I entre otros de la familia IIb. No está presente el ángel que coloca sobre su cabeza la corona de los vencedores, sino que ya está tocado con una artística corona. Se acompaña de la inscripción equum aluum / et qui sedebat/ sup[er] eum abe/bat / arcum. El siguiente jinete monta sobre un caballo rosado (equum roseum / et qui sedebat / sup[er] eum abe/bat / gladium), que alude al pueblo contrario a la Iglesia, y el que lo monta es el diablo sanguinoliento. El color del caballo se sugiere por medio de numerosas y finas líneas, que sobre fondo blanco, derivan hacia un tono azulado. El jinete blande una espada en alto en actitud belicosa. El tercer jinete, que monta un caballo negro (equus niger / et qui sedebat / sup[er] eum / abebat stateram), alude al falso profeta y es portador de la balanza. Por su parte el cuarto jinete, que surge después de que el Cordero haya abierto el cuarto sello y se oiga la voz que dice a Juan “Ven y verás”, cabalga sobre un caballo naranja, no pálido, como reza la inscripción (equus pallidus / et qui sedebat / sup[er] eum abebat / gladium), blandiendo asimismo una espada. Es la Muerte, a la que le es conferido el poder para destruir en la tierra. Tras él, como en los demás beatos de la familia, vuela un demonio, sinécdoque del infierno. Es de color castaño, alado, y sus extremidades rematan en garras. Sus ojos de fondo blanco contrastan con el tono oscuro. Muestra redondos pechos femeninos.

Los jinetes, ricamente ataviados, visten cota al modo de los guerreros medievales, abierta a los lados. Salvo el primero, los restantes van nimbados. Montan los caballos sobre sillas musulmanas como los arreos, de los que penden pinjantes circulares.

Ángela Franco Mata
Jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional
(Fragmento del libro de estudio Beato de Silos)


f. 102v, Apertura de los cuatro primeros sellos (Los cuatro jinetes del Apocalipsis) (Ap. 6, 1-8), Pedro.

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f. 102v, Apertura de los cuatro primeros sellos (Los cuatro jinetes del Apocalipsis) (Ap. 6, 1-8), Pedro.

Los cuatro jinetes del Apocalipsis eran sinónimo de destrucción. Para Beato, que sigue en este punto a Victorino de Poetovio (Pettau) y a San Jerónimo, el jinete coronado que monta el caballo blanco figura la voz triunfadora de Dios; el caballo simboliza la Iglesia y el jinete es Cristo. La ilustración, que ocupa el folio completo, desarrolla una secuencia narrativa, cuya figuración más antigua se halla actualmente en el Beato de Valcavado (f. 93r). Está silueteada por medio de un marco cuyos ángulos dibujan un artístico entrelazo. El fondo está dividido en tres bandas, naranja, castaño y azul en orden descendente, con los consabidos rombos formados de punteados que cubren la superficie.

El planteamiento iconográfico afecta algunas variantes respecto a los otros beatos del stemma IIa, de los cuales Valcavado, Urgell (f. 103v) y Fernando I (f. 135r), coinciden entre sí. Los caballos carecen del brío y movimiento de aquellos que galopan, pues han sido captados en actitud de paso. Distribuidos en doble fila, son portadores del atributo asignado a cada uno y se dirigen hacia la izquierda. El primero, que dispara una flecha, no monta un caballo blanco (solamente es de este color el de Urgell), sino pinteado, como el de Fernando I entre otros de la familia IIb. No está presente el ángel que coloca sobre su cabeza la corona de los vencedores, sino que ya está tocado con una artística corona. Se acompaña de la inscripción equum aluum / et qui sedebat/ sup[er] eum abe/bat / arcum. El siguiente jinete monta sobre un caballo rosado (equum roseum / et qui sedebat / sup[er] eum abe/bat / gladium), que alude al pueblo contrario a la Iglesia, y el que lo monta es el diablo sanguinoliento. El color del caballo se sugiere por medio de numerosas y finas líneas, que sobre fondo blanco, derivan hacia un tono azulado. El jinete blande una espada en alto en actitud belicosa. El tercer jinete, que monta un caballo negro (equus niger / et qui sedebat / sup[er] eum / abebat stateram), alude al falso profeta y es portador de la balanza. Por su parte el cuarto jinete, que surge después de que el Cordero haya abierto el cuarto sello y se oiga la voz que dice a Juan “Ven y verás”, cabalga sobre un caballo naranja, no pálido, como reza la inscripción (equus pallidus / et qui sedebat / sup[er] eum abebat / gladium), blandiendo asimismo una espada. Es la Muerte, a la que le es conferido el poder para destruir en la tierra. Tras él, como en los demás beatos de la familia, vuela un demonio, sinécdoque del infierno. Es de color castaño, alado, y sus extremidades rematan en garras. Sus ojos de fondo blanco contrastan con el tono oscuro. Muestra redondos pechos femeninos.

Los jinetes, ricamente ataviados, visten cota al modo de los guerreros medievales, abierta a los lados. Salvo el primero, los restantes van nimbados. Montan los caballos sobre sillas musulmanas como los arreos, de los que penden pinjantes circulares.

Ángela Franco Mata
Jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional
(Fragmento del libro de estudio Beato de Silos)


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