Biblia moralizada de Nápoles

f. 106v (Josué 8, 1-29 y 9, 1-15)


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«Entonces llega Josué a una ciudad y Dios le dice levanta tu escudo arriba y tomarás la fortaleza y lo hizo entonces entran [y matan todo, expuntuado]. Cuando Josué hubo todo destrozado colgó al rey en su puerta. Aquí viene una gente mal vestida ante Josué y lo engañaron y él les aseguró que no morirían».

La toma de la ciudad de Ai, la matanza de todos sus habitantes y el ahorcamiento de su rey en la puerta de su palacio, en las dos primeras arcadas, ilustran una vez más la libertad con la que se trata el texto canónico de la Biblia en nuestro manuscrito. El rey de Ai, colgado de un árbol en la Vulgata, es aquí ahorcado en la puerta de su ciudad o de su palacio. Más sorprendente es la orden que Dios da a Josué de levantar sobre su cabeza el escudo, gesto mágico o ritual que le permitirá apoderarse de la ciudad fuerte y matar a todos sus habitantes. La matanza está, en efecto, representada y no se comprende que el corrector haya expuntuado la glosa que relata la carnicería. Esta transposición del relato de la Vulgata prepara la moralización ilustrada. Josué levantando muy arriba su escudo es Cristo, que levanta por orden del Padre la cruz –una cruz olvidada por el miniaturista– con el fin de conquistar el Infierno, donde mata a los demonios y libera a sus amigos: «levanta tu escudo arriba es la cruz y conquistarás la fortaleza que es el Infierno». La moralización ilustrada reproduce el descenso a los Infiernos de Cristo resucitado, pero sin su cruz, como transposición del escudo de Josué.
Era necesario también que el rey de Ai fuera colgado a las puertas de una ciudad para conducir, en la moralización ilustrada, al ahorcamiento del diablo ante la puerta de los Infiernos. Los habitantes de Ai, pasados por el filo de la espada, son, claro está, los que no son buenos cristianos: «los otros».
El tercer cuadro nos muestra a Josué con sus vecinos cercanos, gabaonitas, que han acudido a verlo harapientos y hambrientos, como si llegaran de muy lejos. Esa ralea mal vestida consigue fraudulentamente que Josué, que lo arrasa todo a su paso, acabando con hombres y animales, les respete la vida. Esa gente mal vestida, que, sin embargo, va correctamente ataviada en la imagen, son «los miserables usureros», los judíos y los descreídos que engañan a los príncipes con corrupción y mentiras para obtener su salvaguarda sin enmendarse, «que con su bolsa y su mentira engañan a los príncipes que los ayudan y los mantienen».

Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)


f. 106v (Josué 8, 1-29 y 9, 1-15)

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f. 106v (Josué 8, 1-29 y 9, 1-15)

«Entonces llega Josué a una ciudad y Dios le dice levanta tu escudo arriba y tomarás la fortaleza y lo hizo entonces entran [y matan todo, expuntuado]. Cuando Josué hubo todo destrozado colgó al rey en su puerta. Aquí viene una gente mal vestida ante Josué y lo engañaron y él les aseguró que no morirían».

La toma de la ciudad de Ai, la matanza de todos sus habitantes y el ahorcamiento de su rey en la puerta de su palacio, en las dos primeras arcadas, ilustran una vez más la libertad con la que se trata el texto canónico de la Biblia en nuestro manuscrito. El rey de Ai, colgado de un árbol en la Vulgata, es aquí ahorcado en la puerta de su ciudad o de su palacio. Más sorprendente es la orden que Dios da a Josué de levantar sobre su cabeza el escudo, gesto mágico o ritual que le permitirá apoderarse de la ciudad fuerte y matar a todos sus habitantes. La matanza está, en efecto, representada y no se comprende que el corrector haya expuntuado la glosa que relata la carnicería. Esta transposición del relato de la Vulgata prepara la moralización ilustrada. Josué levantando muy arriba su escudo es Cristo, que levanta por orden del Padre la cruz –una cruz olvidada por el miniaturista– con el fin de conquistar el Infierno, donde mata a los demonios y libera a sus amigos: «levanta tu escudo arriba es la cruz y conquistarás la fortaleza que es el Infierno». La moralización ilustrada reproduce el descenso a los Infiernos de Cristo resucitado, pero sin su cruz, como transposición del escudo de Josué.
Era necesario también que el rey de Ai fuera colgado a las puertas de una ciudad para conducir, en la moralización ilustrada, al ahorcamiento del diablo ante la puerta de los Infiernos. Los habitantes de Ai, pasados por el filo de la espada, son, claro está, los que no son buenos cristianos: «los otros».
El tercer cuadro nos muestra a Josué con sus vecinos cercanos, gabaonitas, que han acudido a verlo harapientos y hambrientos, como si llegaran de muy lejos. Esa ralea mal vestida consigue fraudulentamente que Josué, que lo arrasa todo a su paso, acabando con hombres y animales, les respete la vida. Esa gente mal vestida, que, sin embargo, va correctamente ataviada en la imagen, son «los miserables usureros», los judíos y los descreídos que engañan a los príncipes con corrupción y mentiras para obtener su salvaguarda sin enmendarse, «que con su bolsa y su mentira engañan a los príncipes que los ayudan y los mantienen».

Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)


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