Biblia de San Luis

vol.3, f. 8r


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Volumen III, folio 8r

En esta página aparecen cuatro personajes, dos de mayor tamaño en la escena superior y otros dos menores en la escena inferior.

La parte principal la ocupan dos personas de la realeza francesa. La figura femenina, que no lleva signos de identificación personal, ha sido interpretada como la de doña Blanca de Castilla, madre de Luis IX. Sentada en su trono, vestida con manto real y tocada con velo blanco, se dirige al joven monarca en actitud activa de hablar. El rey escucha respetuosamente, mientras sostiene entre sus dedos una bula de oro que lleva colgada sobre el pecho. Las actitudes que adoptan ambos personajes sugieren la idea de que la reina está realizando la formalidad de dedicar la Biblia, ya terminada, al joven rey. Si esto es así, ella es la que ha patrocinado la obra y ha corrido con los gastos de su confección. Su hijo, como beneficiario, la recibe.

La parte baja está reservada para los que son realmente inferiores. La posición de subordinación de estas dos personas es evidente, porque sus representaciones, más pequeñas, ocupan un plano inferior, lo que significa que en cuanto a la responsabilidad en la obra desempeñan una función subalterna. Aparece, en primer lugar, un clérigo sentado en su escaño que se dirige al copista, dándole órdenes y controlando su trabajo. Dicho clérigo va vestido con un atuendo religioso. Debemos, por tanto, descartar desde el principio la intervención de una persona investida con la dignidad episcopal, como en alguna ocasión ha sido sugerido.

La figura de este personaje apunta a un clérigo perteneciente a una orden religiosa, pero deliberadamente no está individualizada. La explicación de esta ambigüedad hay que buscarla, en mi opinión, en el hecho de que los que han intervenido dirigiendo a los copistas pertenecen a más de una orden religiosa. Si se adopta esta interpretación de la miniatura final, la cuestión de la autoría de la Biblia queda resuelta al menos parcialmente. La gran página iluminada sugiere que a los cuatro personajes que aparecen en ella les corresponde conjuntamente la autoría y a cada uno de ellos una parte proporcional en aspectos concretos. Se trata de una autoría compartida.

A la reina le corresponde la iniciativa del proyecto, el patronazgo, la financiación y el derecho a impartir las directrices fundamentales, a las que se atendrá la obra. De algún modo ejerce también una forma de autoría el rey a quien se destina la Biblia. Él es el beneficiario de la misma. El libro se ha hecho pensando en él, en su educación cristiana y en su provecho político como rey. Entra en la categoría de autor el religioso que ejecuta las órdenes recibidas, las aplica y dirige a los artesanos del libro. Ya hemos dicho que se trata con probabilidad de un colectivo de religiosos, quizás compuesto en buena parte por miembros de las dos órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos. A ellos les ha correspondido el diseño general de la obra con sus peculiares características, de acuerdo con los mandatos recibidos.

El copista que figura en la miniatura final es también la representación de un colectivo de artesanos de las artes del libro que ha tomado parte activa en él. Basta con ojear cualquiera de los tomos de la Biblia para convencerse de la multitud de manos que han intervenido en las tareas de la copia. Y también son más de uno los iluminadores que han intervenido en la decoración. A ellos se les corresponde de un modo principal la creación de una obra de belleza inigualable, que mereció la admiración y el aprecio de los reyes más cultos de su tiempo.


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Volumen III, folio 8r

En esta página aparecen cuatro personajes, dos de mayor tamaño en la escena superior y otros dos menores en la escena inferior.

La parte principal la ocupan dos personas de la realeza francesa. La figura femenina, que no lleva signos de identificación personal, ha sido interpretada como la de doña Blanca de Castilla, madre de Luis IX. Sentada en su trono, vestida con manto real y tocada con velo blanco, se dirige al joven monarca en actitud activa de hablar. El rey escucha respetuosamente, mientras sostiene entre sus dedos una bula de oro que lleva colgada sobre el pecho. Las actitudes que adoptan ambos personajes sugieren la idea de que la reina está realizando la formalidad de dedicar la Biblia, ya terminada, al joven rey. Si esto es así, ella es la que ha patrocinado la obra y ha corrido con los gastos de su confección. Su hijo, como beneficiario, la recibe.

La parte baja está reservada para los que son realmente inferiores. La posición de subordinación de estas dos personas es evidente, porque sus representaciones, más pequeñas, ocupan un plano inferior, lo que significa que en cuanto a la responsabilidad en la obra desempeñan una función subalterna. Aparece, en primer lugar, un clérigo sentado en su escaño que se dirige al copista, dándole órdenes y controlando su trabajo. Dicho clérigo va vestido con un atuendo religioso. Debemos, por tanto, descartar desde el principio la intervención de una persona investida con la dignidad episcopal, como en alguna ocasión ha sido sugerido.

La figura de este personaje apunta a un clérigo perteneciente a una orden religiosa, pero deliberadamente no está individualizada. La explicación de esta ambigüedad hay que buscarla, en mi opinión, en el hecho de que los que han intervenido dirigiendo a los copistas pertenecen a más de una orden religiosa. Si se adopta esta interpretación de la miniatura final, la cuestión de la autoría de la Biblia queda resuelta al menos parcialmente. La gran página iluminada sugiere que a los cuatro personajes que aparecen en ella les corresponde conjuntamente la autoría y a cada uno de ellos una parte proporcional en aspectos concretos. Se trata de una autoría compartida.

A la reina le corresponde la iniciativa del proyecto, el patronazgo, la financiación y el derecho a impartir las directrices fundamentales, a las que se atendrá la obra. De algún modo ejerce también una forma de autoría el rey a quien se destina la Biblia. Él es el beneficiario de la misma. El libro se ha hecho pensando en él, en su educación cristiana y en su provecho político como rey. Entra en la categoría de autor el religioso que ejecuta las órdenes recibidas, las aplica y dirige a los artesanos del libro. Ya hemos dicho que se trata con probabilidad de un colectivo de religiosos, quizás compuesto en buena parte por miembros de las dos órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos. A ellos les ha correspondido el diseño general de la obra con sus peculiares características, de acuerdo con los mandatos recibidos.

El copista que figura en la miniatura final es también la representación de un colectivo de artesanos de las artes del libro que ha tomado parte activa en él. Basta con ojear cualquiera de los tomos de la Biblia para convencerse de la multitud de manos que han intervenido en las tareas de la copia. Y también son más de uno los iluminadores que han intervenido en la decoración. A ellos se les corresponde de un modo principal la creación de una obra de belleza inigualable, que mereció la admiración y el aprecio de los reyes más cultos de su tiempo.


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