Libro de Horas de Enrique VIII

David y Urías, f. 108v


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Entre las ricas tradiciones iconográficas que circulaban en su época y que acabamos de resumir, Poyer escogió la más rara como tema para los Salmos Penitenciales. Después de cometer adulterio con Betsabé y dejarla encinta, el rey David llamó a Jerusalén a su marido, Urías, que estaba sirviendo en el ejército a las órdenes de Joab. Su idea era que una visita conyugal de Urías a su esposa ocultara la transgresión del rey. Sin embargo, como nos cuenta el relato bíblico (2 Samuel 11), el piadoso Urías no quiso dormir con su mujer. David, despechado, ordenó a Joab poner al marido molesto en la primera línea de combate y asegurar así su muerte.

En la miniatura David acaba de entregar su despacho a un desprevenido Urías. El rey pecador luce un atavío decadente, con un voluminoso manto forrado de regio armiño y en la cabeza un extraordinario sombrero guarnecido de borlas de oro. Urías, doblando reverentemente la rodilla ante su rey, sostiene en la mano el despacho sellado, mientras en el fondo le espera dispuesto su caballo blanco. A la izquierda y detrás de David hay una figura en las sombras que envuelven la cama con dosel donde se consumó su pecado.

Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum


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David y Urías, f. 108v

Entre las ricas tradiciones iconográficas que circulaban en su época y que acabamos de resumir, Poyer escogió la más rara como tema para los Salmos Penitenciales. Después de cometer adulterio con Betsabé y dejarla encinta, el rey David llamó a Jerusalén a su marido, Urías, que estaba sirviendo en el ejército a las órdenes de Joab. Su idea era que una visita conyugal de Urías a su esposa ocultara la transgresión del rey. Sin embargo, como nos cuenta el relato bíblico (2 Samuel 11), el piadoso Urías no quiso dormir con su mujer. David, despechado, ordenó a Joab poner al marido molesto en la primera línea de combate y asegurar así su muerte.

En la miniatura David acaba de entregar su despacho a un desprevenido Urías. El rey pecador luce un atavío decadente, con un voluminoso manto forrado de regio armiño y en la cabeza un extraordinario sombrero guarnecido de borlas de oro. Urías, doblando reverentemente la rodilla ante su rey, sostiene en la mano el despacho sellado, mientras en el fondo le espera dispuesto su caballo blanco. A la izquierda y detrás de David hay una figura en las sombras que envuelven la cama con dosel donde se consumó su pecado.

Roger S. Wieck.
Conservador, Manuscritos de la Edad Media y el Renacimiento
The Morgan Library & Museum


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