Libro de Horas de Jean de Montauban

Libro de Horas de Jean de Montauban Oficio de la resurrección. Cristo saliendo de la tumba; descenso a los infiernos, f.110v-111r
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Oficio de la resurrección. Cristo saliendo de la tumba; descenso a los infiernos, f.110v-111r

El folio 111r, que inicia el oficio de la Resurrección e interrumpe la secuencia dedicada a los Sufragios de los santos y las santas, recupera el estilo de los ciento ocho primeros folios, interrumpido en los dos precedentes. El significado de sus dos miniaturas, por una vez, salta a la vista. 

En la parte superior vemos a Cristo saliendo de la tumba en la madrugada del día de Pascua, cuando todavía no ha amanecido. Dos serafines planean por encima del resucitado, que, rodeado de una mandorla luminosa, está saliendo del sepulcro abierto por el lado en el que no están los soldados dormidos, hacia quienes vuelve la vista. Se apoya en una larga cruz con la mano izquierda mientras bendice con la derecha. Un lado de su manto azul, bordado con un hermoso ribete dorado, deja al descubierto la herida sangrante del costado; sus manos también sangran y todavía lleva la corona de espinas. Los hombres que montaban guardia se han quedado dormidos; el de abajo a la izquierda se ha desplomado al pie de la tumba sobre su escudo rojo. Un tercer soldado, con armadura y una alabarda, se encuentra al otro lado del sepulcro, cuya losa, por cierto, parece haber desaparecido. A lo lejos se perfila la ciudad de Jerusalén. 

En la miniatura inferior asistimos al descenso a los infiernos del Salvador, envuelto en una mandorla de luz. Con el torso desnudo, avanza con paso decidido y victorioso hacia las enormes fauces del Hades abiertas de par en par que dejan al descubierto dos hileras de dientes puntiagudos, escupen llamas y albergan a una multitud de difuntos completamente desnudos y vueltos hacia Cristo. Con la cruz que sostiene con la mano derecha, Jesús afirma la victoria de la vida frente a la muerte, mientras que con la mano izquierda toma la que le tiende un hombre situado junto a una mujer; probablemente se trate de Adán y Eva, a menudo situados en la iconografía de este tema a la cabeza del grupo de almas que aguardan la salvación. Tras ellos vemos a los demás difuntos prisioneros que Cristo va a sacar del Hades, así como a todos los que aspiran a la liberación y a la vida eterna. Dentro de las fauces del infierno tenemos también al Demonio, Satán en persona, que, enseñando los dientes y escupiendo fuego, mira hacia atrás y se bate en retirada. 


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