Theriaka y Alexipharmaka de Nicandro

f. 47v


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La última miniatura del manuscrito se despliega en dos folios. El pintor propone una evocación bucólica de un jardín del que han sido expulsadas las serpientes gracias al saber científico. Tres personajes se disponen a penetrar con prudencia en él, mientras un cuarto se pasea sin temor. Su erguida silueta y su lagobolon puesto en el hombro indican que todo peligro ha desaparecido. Esta actitud pausada contrasta con la mayoría de las figuras humanas del Suplemento griego 247, gesticulantes y desequilibradas, como disponiéndose a huir. La inquietud del hombre ante los animales venenosos, que es un motivo recurrente en todo el volumen y culmina en el folio 47, deja paso a la armonía de la evocación de una naturaleza apacible. La vegetación es tratada con ligeras pinceladas, jugando sutilmente con el blanco del pergamino y el azul del cielo. La fina silueta de la serpiente que se aleja en sentido contrario a la composición es ya sólo un mal recuerdo. Estamos lejos de los grandes y amenazadores reptiles de las planchas zoológicas o del hormigueo de la gigantomaquia del folio precedente. La imagen refleja muy bien el optimismo de los últimos versos del poema, donde Nicandro invita a conservar su memoria y observar los mandamientos de Zeus, el vencedor de los Titanes. Con esta composición apaciguadora, el pintor parece haber intentado exorcizar el terror inspirado por las descripciones de las serpientes y de los temibles dolores que sus mordeduras provocan. El volumen se cierra con este paisaje, cuyo tratamiento ilusionista recapitula el homenaje rendido por el artista bizantino a la tradición de la pintura antigua.


f. 47v

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f. 47v

La última miniatura del manuscrito se despliega en dos folios. El pintor propone una evocación bucólica de un jardín del que han sido expulsadas las serpientes gracias al saber científico. Tres personajes se disponen a penetrar con prudencia en él, mientras un cuarto se pasea sin temor. Su erguida silueta y su lagobolon puesto en el hombro indican que todo peligro ha desaparecido. Esta actitud pausada contrasta con la mayoría de las figuras humanas del Suplemento griego 247, gesticulantes y desequilibradas, como disponiéndose a huir. La inquietud del hombre ante los animales venenosos, que es un motivo recurrente en todo el volumen y culmina en el folio 47, deja paso a la armonía de la evocación de una naturaleza apacible. La vegetación es tratada con ligeras pinceladas, jugando sutilmente con el blanco del pergamino y el azul del cielo. La fina silueta de la serpiente que se aleja en sentido contrario a la composición es ya sólo un mal recuerdo. Estamos lejos de los grandes y amenazadores reptiles de las planchas zoológicas o del hormigueo de la gigantomaquia del folio precedente. La imagen refleja muy bien el optimismo de los últimos versos del poema, donde Nicandro invita a conservar su memoria y observar los mandamientos de Zeus, el vencedor de los Titanes. Con esta composición apaciguadora, el pintor parece haber intentado exorcizar el terror inspirado por las descripciones de las serpientes y de los temibles dolores que sus mordeduras provocan. El volumen se cierra con este paisaje, cuyo tratamiento ilusionista recapitula el homenaje rendido por el artista bizantino a la tradición de la pintura antigua.


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