Libro del Tesoro

f. 28v, Cómo todas las cosas fueron hechas de mezclar complexiones


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El medallón del folio 28v representa a un sabio-clérigo que está junto a la cama de un enfermo examinando el contenido de una vasija con orina –se trata de uno de los temas más difundidos en las ilustraciones del siglo xiv, especialmente como parodia. Esta escena, inscrita en un fondo de oro, está rodeada por círculo con­­céntrico que simboliza uno de los cuatro elemen­tos, a saber, el aire (éter), el agua, el fuego y la tierra y constituyen la naturaleza del hombre. Cada círculo está pintado según su naturaleza: el agua (elemento marino) de color verde y con peces nadando en ella; los cielos se representan con una cierta variedad de colores que van desde el azul intenso al celeste e incluso al blanco; la franja de color anaranjado vivo simboliza el fuego, mientras que la blanca –externa– representa el «quinto elemento» (la coquille), que según los enciclopedistas de los siglos xii y xiii, siguiendo a Aristóteles, envolvía a todos los demás elementos.

Las imágenes marginales del folio 28v representan a los simios combatientes que cabalgan sobre un ciervo y una cabra. Se­mejante vecindad –simio, le­chu­za, cabra- reúne a tres animales «impuros», lo que, evi­den­temente, era la intención del artista. La imagen totalmente realista de los simios, más exactamente de los macacos sin cola, muy conocidos en la Edad Media por los habitantes de las ciudades europeas, ocupa un lugar destacado entre las imágenes marginales, en particular en las escenas de caza y de duelo. El simio era el símbolo del vicio, y a veces incluso se le asociaba con el diablo. En los bestiarios, en el folclore y en los sermones de la iglesia, siempre se subrayaban sus in­cli­naciones: era loco, estúpido y vanidoso. Sin embargo, sus muecas, sus gestos y su habilidad para imitar al hombre atraían la atención: las personas adineradas criaban monas en su casa por diversión. La imagen de los simios se encuentra en capiteles de columna, en iniciales ornamentales e incluso en los márgenes de manuscritos, donde se les ofrecía la posibilidad de parodiar las acciones de los humanos.


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El medallón del folio 28v representa a un sabio-clérigo que está junto a la cama de un enfermo examinando el contenido de una vasija con orina –se trata de uno de los temas más difundidos en las ilustraciones del siglo xiv, especialmente como parodia. Esta escena, inscrita en un fondo de oro, está rodeada por círculo con­­céntrico que simboliza uno de los cuatro elemen­tos, a saber, el aire (éter), el agua, el fuego y la tierra y constituyen la naturaleza del hombre. Cada círculo está pintado según su naturaleza: el agua (elemento marino) de color verde y con peces nadando en ella; los cielos se representan con una cierta variedad de colores que van desde el azul intenso al celeste e incluso al blanco; la franja de color anaranjado vivo simboliza el fuego, mientras que la blanca –externa– representa el «quinto elemento» (la coquille), que según los enciclopedistas de los siglos xii y xiii, siguiendo a Aristóteles, envolvía a todos los demás elementos.

Las imágenes marginales del folio 28v representan a los simios combatientes que cabalgan sobre un ciervo y una cabra. Se­mejante vecindad –simio, le­chu­za, cabra- reúne a tres animales «impuros», lo que, evi­den­temente, era la intención del artista. La imagen totalmente realista de los simios, más exactamente de los macacos sin cola, muy conocidos en la Edad Media por los habitantes de las ciudades europeas, ocupa un lugar destacado entre las imágenes marginales, en particular en las escenas de caza y de duelo. El simio era el símbolo del vicio, y a veces incluso se le asociaba con el diablo. En los bestiarios, en el folclore y en los sermones de la iglesia, siempre se subrayaban sus in­cli­naciones: era loco, estúpido y vanidoso. Sin embargo, sus muecas, sus gestos y su habilidad para imitar al hombre atraían la atención: las personas adineradas criaban monas en su casa por diversión. La imagen de los simios se encuentra en capiteles de columna, en iniciales ornamentales e incluso en los márgenes de manuscritos, donde se les ofrecía la posibilidad de parodiar las acciones de los humanos.


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