El breviario de Isabel la Católica


Soberanos, nobles y ricos burgueses con pretensiones políticas y culturales atesoraron libros de horas y misales ilustrados por los mejores iluminadores. Las técnicas de reproducción permiten ahora clonarlos con materiales y minuciosidad casi monásticas. Pocos saben que la editorial que, en Europa, se considera maestra suprema en este arte, es española.
 
Las bodas españolas conmocionaron a Europa en 1496. El doble enlace de los hijos de los Reyes Católicos, Juan y Juana, con los del emperador Maximiliano, Margarita y Felipe el Hermoso, suponían el primer proyecto de hegemonía continental de la Edad Moderna y trazaban un cerco geopolítico alrededor de Francia, que la neutralizaría como gran potencia en los siglos siguientes.
Un acontecimiento histórico así debía tener reflejo en el arte, pues la iconografía era ya compañera inseparable del poder. Albert Altdoffer y su círculo dibujaron para el emperador El cortejo triunfal de Maximiliano, lleno de alusiones a las Bodas Españolas. Y en los Países Bajos, dote hereditaria de Felipe el Hermoso y foco ya de la gran pintura europea, los mejores iluminadores de Gante y Brujas realizaron para la soberana de Castilla la obra maestra de los manuscritos flamencos, el Breviario de Isabel la Católica.
La Reina Católica poseía una rica colección de libros de horas, breviarios, devocionarios, diurnales, misales, pasionarios y salterios, núcleo fundacional de la biblioteca real española. Especialmente significativo era que tuviese más de 20 breviarios, pues los típicos libros de rezos suntuarios, auténticas obras de arte para disfrute privado de príncipes y grandes damas, eran los libros de horas; los breviarios, compendios de rezos canónicos, estaban en cambio destinados al clero. Parece una alegoría de la asunción por Isabel de un protagonismo por encima de lo usual, como fue su ejecutoria vital. Esa exaltación se desarrolla en la dedicatoria del libro, pues comienza “Dive Elisabeth”(Divina Isabel), para continuar con los adjetivos de “cristianísima, poderosísima, siempre augusta, suprema señora”, hasta adjudicarle el título de “majestad”, que en la época solo podía usar el emperador romano-germánico, pues los reyes eran solo altezas.
La dedicatoria nos da la clave de por qué se realizó para Isabel el más lujoso de los breviarios flamencos, puesto que en ella aparece quien lo encargó, pagó y regaló a la soberana, el embajador Francisco de Rojas, comendador de Calatrava. Rojas había sido el artífice de las Bodas Españolas, el hábil diplomático que negoció en Viena la unión dinástica. Incluso fue quien “consumó” por poderes el matrimonio del príncipe Juan con Margarita de Austria, pues el 10 de febrero de 1496, tras la ceremonia de desposorios, ante el testimonio de la corte de Bruselas, se quedó en calzas y entró en el lecho de Margarita. Su misión culminaría cuando, como leal chevalier servant, acompañó a la novia hasta Burgos.
El comendador Rojas quería dejar memoria de su protagonismo en tan relevante asunto de Estado, y la materializó mediante este regio breviario, donde aparece como donante en el lugar de honor del manuscrito, que no es al principio, sino en las dos páginas reproducidas en la página 33 de este artículo, donde se enfrentan, en una el escudo de los Reyes Católicos y los de las parejas de las Bodas Españolas, referencia al logro de Rojas; en la otra, una deliciosa pintura de la coronación de la Virgen –imagen metafórica de la propia Isabel–, y bajo ella la dedicatoria que hemos citado y el escudo del propio Rojas, rodeado de su lema personal sacado del Evangelio de San Juan: Lux in tenebris lucet et tenebrae eam non comprehenderunt (La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no se apoderaron de ella).
Especialistas como Elisa Ruiz piensan que el breviario no estaba destinado en principio a Isabel la Católica, pero que Rojas hizo añadirle algunas páginas como estas, adecuándolo como regio regalo. Otros como Scott McKendrick creen que se elaboró intermitentemente a lo largo de veinte años, pero siempre para la reina de Castilla. En todo caso era obra muy rica en la que participaron los mejores iluminadores de Flandes. Se pueden identificar hasta seis autores distintos, aunque no es simple ponerles nombre.
Las ilustraciones de fiestas más importantes, las de Navidad y Epifanía, se encomendaron a un artista sobresaliente, el pintor Gerard David, pero la mayor parte de las iluminaciones, 92 de un total de 168, las realizó el Maestro del Libro de Oraciones de Dresde, del que desconocemos la identidad. Otro contribuyente mayor que iluminó 48 páginas fue el Maestro de Jacobo IV de Escocia, quizá Gerard Horenbout. Algunas ilustraciones encierran un simbolismo político, casi obligado si tenemos en cuenta quien lo encargó y su destinataria. La escena de Abraham liberando a Lot, en la que el patriarca aparece como un caballero con armadura del siglo XV que abate a un rey pagano de aspecto musulmán, es una apología de la reconquista de Granada por los Reyes Católicos. Aún más contenido tiene la “coronación de la Virgen” a la que nos hemos referido antes, pues su colocación junto al escudo de los Reyes Católicos y sus hijos transmite un mensaje de legitimación dinástica. Recuérdese que la proclamación –en Castilla no había coronación– de Isabel fue muy contestada, pues se autoproclamó reina propietaria de Castilla el mismo día de la muerte de su hermano Enrique IV, con el único apoyo de la municipalidad de Segovia, donde estaba. Se adelantó así a la otra candidata al trono con mejor derecho, doña Juana la Beltraneja, hija legítima del rey fallecido, y burló las aspiraciones de su propio marido, Fernando, con quien estuvo a punto de enzarzarse en una guerra.
 
Un magnate y un banquero judío
 
El Breviario de Isabel la Católica se supone que fue objeto de saqueo durante la invasión francesa de 1808, como tantos tesoros del patrimonio español, e igualmente siguió un camino habitual en el mercado del arte hasta la Inglaterra de principios del siglo XIX. Allí pasó por diversos propietarios hasta que en 1852 el British Museum lo adquirió por 3.000 libras, una suma tan alta que fue muy criticada, pero indudablemente se convirtió en el mayor tesoro continental de la British Library.
En las guerras es frecuente desde la Antigüedad que las obras de arte se conviertan en botín de batalla o en pieza de compensación en los tratados, pero los manuscritos, que por definición se agrupan en las grandes bibliotecas, tienen un enemigo peor que la guerra, el fuego. En 1904, la antigua Regia Biblioteca Universitaria de Turín vivió un incendio pavoroso que destruyó 30.000 volúmenes. El fuego se ensañó especialmente con los más valiosos, los aldinos, los incunables y los manuscritos, de los que se perdieron la mitad de los 4.200 que tenía. Fue una tragedia y una llamada de atención para el mundo académico y artístico, y en Francia la Académie des Inscriptions et Belles Lettres planteó financiar públicamente la fotografía de los manuscritos históricos, para evitar la pérdida total de su memoria en caso de destrucción. Las instancias oficiales no hicieron nada, sin embargo, y tuvo que ser un grupo de particulares amantes del arte, como el bibliófilo Jacques Doucet, magnate de la industria de la moda, o el banquero judío y mecenas Fould- Springer, quienes crearan la Société Française de Reproduction de Manuscrits à Peintures, que se planteó como primera empresa reproducir la Biblia Moralizada repartida entre la Biblioteca Nacional de Francia, la Bodleiana de Oxford y el British Museum.
 
Clones de manuscritos
 
Desde 1904, las técnicas de reproducción han mejorado hasta alcanzar prácticamente la perfección, pero pocos en España saben que la editorial que, en toda Europa, se considera maestra suprema en este arte, es española. El editor Manuel Moleiro, gallego afincado en Barcelona, comenzó hace más de veinte años una empresa de una ambición inaudita, lograr no ya facsímiles, sino clones –“casi- originales”, los llama el editor– de los más bellos manuscritos del mundo. Para ello se combinan la más avanzada tecnología con la minuciosidad del copista monástico, por ejemplo, cada reproducción se coteja una y otra vez con el original, bajo una iluminación de 5.500º Kelvin (equivalente a la luz natural del mediodía en un día claro), considerada por los físicos como la perfecta, pero con un oficio artesanal propio de otras edades. Así, el papel que utiliza Moleiro solamente se fabrica en pequeñas cantidades en el norte de Italia, y una vez en España se le dan a mano cinco capas de imprimación, exactamente igual que hace seis siglos se hacía con los pergaminos y vitelas para iluminar, de forma que el clon absorbe las tintas de manera similar a como lo hizo el manuscrito. El cuero para las encuadernaciones hay que buscarlo en áreas preindustriales de África y Asia, donde todavía se curte la piel con los procedimientos naturales, a lo largo meses, una técnica que dejó 36 de practicarse hace mucho en Occidente. El costo de producción de un clon puede elevarse hasta los tres millones de euros, caso del Breviario de Isabel la Católica que tiene un número altísimo de ilustraciones, y es un proceso largo, que a veces ocupa cinco o seis años. Hay que tener en cuenta que antes de su elaboración es preciso un trabajo de investigación y búsqueda de piezas excepcionales, cuya existencia en algunas bibliotecas a veces pasaba desapercibida para los expertos, como sucedía con el Libro de horas de Carlos VIII de la Biblioteca Nacional de España, por no hablar de las negociaciones con las entidades propietarias, superando a veces enormes prejuicios. Además, paralelamente a la reproducción artesanal, se realiza un profundo trabajo académico, de investigación y análisis del manuscrito por parte de los mejores especialistas. El Breviario de Isabel la Católica, por ejemplo, va acompañado de un libro con ensayos críticos e históricos de Scot McKendrick, jefe del Departamento de Historia y Letras Clásicas de la British Library, propietaria del manuscrito; Elisa Ruiz García, catedrática de Paleografía de la Universidad Complutense de Madrid; y Nigel Morgan, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Cambridge. Un volumen de gran formato y lujosa edición, por cierto, con reproducciones soberbias –aunque “normales”– de todas las ilustraciones del Breviario. La editorial Moleiro realiza tiradas de, exactamente, 987 ejemplares numerados, con la política de no realizar reimpresiones. La entidad propietaria se queda con algunos, que son los que deja consultar a los investigadores, preservando así el original, y el resto sale a un mercado de bibliófilos exquisitos, a precios que suelen oscilar entre los 3.000 y los 20.000 euros, pero que cuando se agotan las existencias se multiplican en la reventa.
 
LIBRO DE HORAS DE CARLOS DE ANGULEMA
Los libros de horas eran objetos suntuarios para nobles y altos burgueses con pretensiones culturales y necesariamente ricos. A diferencia de los breviarios, sus oraciones no estaban sujetas al canon eclesiástico, y era la aspiración social del cliente lo que dictaba tanto su contenido como sus preciosas iluminaciones. El llamado Libro de horas de Carlos de Angulema tuvo un patrón ciertamente singular, un miembro de la Casa de Valois, cuyo hijo llegó a ser rey de Francia como Francisco I, e igualmente singular fue el autor de sus iluminaciones –menos una, obra de Bourdichon–, el original Robinet Testard del Roman de la Rose. Testard incluyó para los temas religiosos más importantes 17 grabados de Israhel van Meckenem, que coloreó con resultado sorprendente. Lo más insólito del manuscrito es, no obstante, la inclusión de una cruda escena mitológica en un libro de rezos. Se trata de la “muerte del Centauro” que sirve de apertura al severo Oficio de Difuntos. La escena del Centauro cabalgado por la Mujer Salvaje, ambos acribillados de flechas y atacados por la Muerte con un venablo, ha dado lugar a muchas especulaciones. Para algunos especialistas sería una forma de Psicomachia, una fábula moral de enfrentamiento del hombre con la bestia, la razón con las pasiones. Ahuva Belkin sugiere en cambio una posible parábola política: el Centauro y la Mujer Salvaje serían Luis XI y su hija Ana de Beaujeau, que se habían enfrentado a Carlos de Angulema, humillándolo y frustrando todas su ambiciones. Impotente frente a ellos, Carlos habría encontrado simbólica y onanista venganza en esta ilustración.
 
SPLENDOR SOLIS
La iconografía cristiana y bíblica de los manuscritos iluminados era perfectamente conocida por sus destinatarios; tampoco tenían problema las gentes educadas con las escenas mitológicas o de la historia antigua, pero en cambio solo un iniciado podía colegir el significado de las ilustraciones del Splendor Solis. Su gran belleza encerraba secretos, alegorías, paradojas… ¿Qué representa el Hermafrodita alado como un ángel, que significan el Sol rojo y el Sol negro? Sin embargo, la fantasía y calidad artística son fascinantes para el mayor profano, pues se dice que el Splendor Solis es el más hermoso manuscrito alquímico del mundo. No se sabe para qué cliente se realizó en el sureste de Alemania hacia 1582, pero sí que perteneció a la biblioteca privada de Carlos II de Inglaterra, llamado el Alegre Monarca, nada versado en el arte arcano, pero famoso amante de la belleza.

 

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