Apocalipsis 1313

f. 73r, La primera resurrección (Apocalipsis 20, 4-6)


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Al son de las trompetas celestiales, los fieles de Cristo salen de su tumba, arrojados por la tierra a una verde pradera. Los ataúdes son rectángulos negros donde recuperan el conocimiento los bienaventurados que participan en la primera resurrección, a saber, los mártires y todos aquellos que no fueron marcados con la cifra de la Bestia. La «segunda» muerte sólo afectará mil años más tarde a los condenados, resucitados para ser juzgados.

El miniaturista presenta una muestra de humanidad, entregada a la alegría de este despertar a la vida: tras una anciana parcialmente cubierta aún con el sudario y un hombre desnudo que da gracias levantando los brazos al cielo, un jovencito se incorpora penosamente mientras una muchacha sale de las paredes de su tumba; un papa de puntiaguda tiara tiene ya los pies en el suelo. La diversidad de poses, fisonomías y anatomías que ponen de relieve las edades, los tocados de tejido anudados en las cabezas de los difuntos, todo contribuye al atractivo de esta escena de mensaje universal. El artista ha acentuado con realces blancos el brillo lechoso de los cuerpos: aunque, en la tradición occidental las almas de los elegidos se han representado, desde los tiempos más antiguos, como niños desnudos, esta pintura pretende celebrar ante todo las virtudes del milagro de la Encarnación así como el «cuerpo glorioso» de los santos.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


f. 73r, La primera resurrección (Apocalipsis 20, 4-6)

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f. 73r, La primera resurrección (Apocalipsis 20, 4-6)

Al son de las trompetas celestiales, los fieles de Cristo salen de su tumba, arrojados por la tierra a una verde pradera. Los ataúdes son rectángulos negros donde recuperan el conocimiento los bienaventurados que participan en la primera resurrección, a saber, los mártires y todos aquellos que no fueron marcados con la cifra de la Bestia. La «segunda» muerte sólo afectará mil años más tarde a los condenados, resucitados para ser juzgados.

El miniaturista presenta una muestra de humanidad, entregada a la alegría de este despertar a la vida: tras una anciana parcialmente cubierta aún con el sudario y un hombre desnudo que da gracias levantando los brazos al cielo, un jovencito se incorpora penosamente mientras una muchacha sale de las paredes de su tumba; un papa de puntiaguda tiara tiene ya los pies en el suelo. La diversidad de poses, fisonomías y anatomías que ponen de relieve las edades, los tocados de tejido anudados en las cabezas de los difuntos, todo contribuye al atractivo de esta escena de mensaje universal. El artista ha acentuado con realces blancos el brillo lechoso de los cuerpos: aunque, en la tradición occidental las almas de los elegidos se han representado, desde los tiempos más antiguos, como niños desnudos, esta pintura pretende celebrar ante todo las virtudes del milagro de la Encarnación así como el «cuerpo glorioso» de los santos.

Marie-Thérèse Gousset y Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
Fragmento del libro de estudio Apocalipsis 1313


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