Biblia moralizada de Nápoles

f. 155r: Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16, 19-21)


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«Es la historia del hombre rico que se viste de púrpura y de lienzo fino y comía cada día muy abundantemente. Y había un hombre pobre que se llamaba Lázaro todo lleno de llagas y que estaba ante la puerta del hombre rico y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa de dicho hombre rico y nadie se las daba. Así como san Lucas lo dice en su evangelio, en el sexto capítulo».

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lienzo fino y que celebraba cada día espléndidos festines. Un pobre cubierto de úlceras, llamado Lázaro, aguardaba en el umbral de su mansión con la esperanza de poder saciarse con las migajas de su mesa, pero solo los perros del dueño lo recibían lamiendo sus llagas. Así comienza una de las más célebres parábolas evangélicas narradas por san Lucas, que el artista A ilustra en dos cuadros sucesivos que no forman díptico en la Biblia de Nápoles.
La «caja» en perspectiva, abierta por delante, y que representa la morada del opulento, está coronada por un frontón triangular y decorada con mármoles de colores. Ante la mesa vemos dos cabezas coronadas envueltas en ricos atuendos escarlatas, tras un gran rectángulo de madera vaciado y cubierto con un mantel blanco adamascado. La joven se vuelve hacia su esposo, de más edad, para interceder en favor del pobre diablo que avanza descalzo. Lleva un cayado, un barrilete atado a su cintura y a su espalda cuelga el sombrero de pico; es acosado por los perros: el más feroz de ellos clava sus colmillos en el muslo del miserable, que lleva un vestido corto. El dueño de la casa señala con el índice un plato con carne de ave y abre la otra mano en un gesto de molesta interrogación, sin ofrecer nada al pobre. Cuatro panecillos, dos vasos llenos de vino, una copa de oro, cuchillos y dos platos colmados dan fe sin embargo de la abundancia de manjares. Junto a la dama, un invitado vestido parece, a su vez, tomar partido por el mendigo, sin moverse del banco donde está sentado.
El hombre rico del que habla Jesús designa a los jefes religiosos judíos que desprecian al pueblo y le niegan cualquier alimento espiritual, considerándolo indigno de sentarse a la mesa del festín.

Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)


f. 155r: Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16, 19-21)

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f. 155r: Parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lucas 16, 19-21)

«Es la historia del hombre rico que se viste de púrpura y de lienzo fino y comía cada día muy abundantemente. Y había un hombre pobre que se llamaba Lázaro todo lleno de llagas y que estaba ante la puerta del hombre rico y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa de dicho hombre rico y nadie se las daba. Así como san Lucas lo dice en su evangelio, en el sexto capítulo».

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lienzo fino y que celebraba cada día espléndidos festines. Un pobre cubierto de úlceras, llamado Lázaro, aguardaba en el umbral de su mansión con la esperanza de poder saciarse con las migajas de su mesa, pero solo los perros del dueño lo recibían lamiendo sus llagas. Así comienza una de las más célebres parábolas evangélicas narradas por san Lucas, que el artista A ilustra en dos cuadros sucesivos que no forman díptico en la Biblia de Nápoles.
La «caja» en perspectiva, abierta por delante, y que representa la morada del opulento, está coronada por un frontón triangular y decorada con mármoles de colores. Ante la mesa vemos dos cabezas coronadas envueltas en ricos atuendos escarlatas, tras un gran rectángulo de madera vaciado y cubierto con un mantel blanco adamascado. La joven se vuelve hacia su esposo, de más edad, para interceder en favor del pobre diablo que avanza descalzo. Lleva un cayado, un barrilete atado a su cintura y a su espalda cuelga el sombrero de pico; es acosado por los perros: el más feroz de ellos clava sus colmillos en el muslo del miserable, que lleva un vestido corto. El dueño de la casa señala con el índice un plato con carne de ave y abre la otra mano en un gesto de molesta interrogación, sin ofrecer nada al pobre. Cuatro panecillos, dos vasos llenos de vino, una copa de oro, cuchillos y dos platos colmados dan fe sin embargo de la abundancia de manjares. Junto a la dama, un invitado vestido parece, a su vez, tomar partido por el mendigo, sin moverse del banco donde está sentado.
El hombre rico del que habla Jesús designa a los jefes religiosos judíos que desprecian al pueblo y le niegan cualquier alimento espiritual, considerándolo indigno de sentarse a la mesa del festín.

Yves Christe
Universidad de Ginebra
Marianne Besseyre
Centro de Investigación de Manuscritos Iluminados, Bibliothèque nationale de France
(Fragmento del libro de estudio Biblia moralizada de Nápoles)


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