Breviario de Isabel la Católica

f. 437r, Apología de la coronación de la reina Isabel - La coronación de la Virgen


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La imagen, enfrentada a la anterior y que ocupa un tercio del folio, se debe a la segunda fase de trabajo del códice, de la mano de Gérard Horenbout. La orla decorativa, perteneciente al tipo de flores diseminadas sobre fondo dorado con mariposas en algunas de ellas, es una de las habituales de la escuela de Gante y Brujas. Sin embargo, en época posterior a su realización, debió añadirse, encima de alguna de las grandes flores, una inscripción de letras doradas sobre fondo marrón rojizo, en donde el embajador Francisco de Rojas ofrece el códice a la reina Isabel, bajo los apelativos de Diva y reina de los españoles y de Sicilia: «Diue Elisabeth hispaniar [um] et Siscilie Regine ze xpianissi [m] e poten -tissi [m] e semp [er] augus-/te, supreme D[omi]ne/sue clementissime/Franciscus de Roias eiusde[m] ma-/iestatis hu[m]i-/limus seruus ac/creatura optime/de se merite H[ic]/marin [...] hi [...] ex/obsequio obtulit», aspecto, por lo que a título y referencia de gobierno se refiere, falso, ya que España, como estado unificado y no entidad geográfica, no aparece hasta el reinado de Carlos V; asimismo, el título de monarca de Sicilia lo ostentaba su esposo Fernando II de Aragón. En la parte inferior de la pintura, se encuentra el escudo radiante de Francisco de Rojas con su lema: sobre campo dorado, cinco estrellas de azur de ocho puntas, bordura jaquelada de azur y plata. La aparición de este escudo, añadido, así como el anterior y el texto de la dedicatoria, en fecha posterior a la conclusión del códice, da a entender que Francisco de Rojas poseyó y, quizá, mandó realizarlo. Dado que ciertos elementos indican a un comitente hispano, Rojas pudo, quizá, haber tenido la intención de regalarlo a la reina Isabel.
La pintura muestra a la Santísima Trinidad coronando a Santa María: el Padre y el Hijo comparten el mismo trono, ambos portan cetros y sostienen la corona: Éste, sentado a la derecha de Dios Padre, según el salmo 109, 1, tiene un aspecto juvenil y Aquél, una tiara pontificia y facciones más maduras; entre ellos, encima del trono, el Espíritu Santo bajo el aspecto de paloma; por consiguiente, el tipo iconográfico representado es el correspondiente al de «Padre e Hijo entronizados con la Paloma volando», siguiendo un esquema horizontal. El origen de esta iconografía debe rastrearse en representaciones, aparecidas en relieves o en monedas, del arte imperial romano o bizantino, donde aparecen dos o tres emperadores sentados, uno junto al otro, coronados por la Victoria; la Virgen, de rodillas, con cabeza y ojos bajos, vista de tres cuartos y las manos juntas. La Virgen coronada por la Santísima Trinidad comienza a aparecer hacia la última mitad del siglo xiv, como muestra un dibujo sobre vitela atribuido André Beauneveu (c. 1335-c. 1401). Dentro de la evolución de este tema iconográfico, L. Réau distingue cinco tipos, perteneciendo el del Breviario de Isabel la Católica al quinto, esto es, a la Virgen coronada por la Trinidad, que apareció en Francia, Italia y en los reinos hispánicos a principios del siglo xv, predominando en todo el arte europeo hasta el siglo xvii. Esta miniatura es prácticamente idéntica a la de las Horas de los Rothschild (f. 134v.) de Gérard Horenbout, con antecedentes en La coronación de la Virgen de 1496 de Michael Sittow (París, Musée du Louvre, inv. RF 1966-ii), y, especialmente, en la coronación del posterior Libro de horas de Juana I de Castilla (Londres, The British Library, Add. Ms. 18851, f. 437), debido a Gérard Horenbout; de la primera obra, el breviario ha tomado el gesto de la Virgen y las nubes hinchadas a lo largo del perímetro de la imagen; por su parte, éste influirá en las Horas de Juana I de Castilla, además de por los elementos mencionados, por los emisarios celestes tocando instrumentos, más variados en el breviario, ya que su única función es la musica –los ángeles tocan una vihuela de arco, un laúd, un arpa y una flauta; sin embargo, el tratamiento compositivo del Libro de horas de Juana I de Castilla, como obra posterior de Gérard Horenbout, es más ambicioso y de escala mayor, lo que indica una ejecución posterior, alrededor de 1500.
La importancia en la creación literaria de este tema fue grande en la Iglesia oriental. En la latina, comienza a mencionarse por primera vez a María como reina de los cielos en el siglo viii, en un sermón de Ambrosio Autperto (fallecido en 784). Como este autor fue abad de un monasterio de Benevento tuvo ocasión de conocer las ideas orientales sobre este tema. Inmediatamente después, exegetas posteriores de la Iglesia latina, como Pablo el Diácono, Walafrido Estrabón o Rabano Mauro desarrollaron esta idea hasta su cristalización con san Bernardo o san Buenaventura.

 

f. 437r, Apología de la coronación de la reina Isabel - La coronación de la Virgen

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La imagen, enfrentada a la anterior y que ocupa un tercio del folio, se debe a la segunda fase de trabajo del códice, de la mano de Gérard Horenbout. La orla decorativa, perteneciente al tipo de flores diseminadas sobre fondo dorado con mariposas en algunas de ellas, es una de las habituales de la escuela de Gante y Brujas. Sin embargo, en época posterior a su realización, debió añadirse, encima de alguna de las grandes flores, una inscripción de letras doradas sobre fondo marrón rojizo, en donde el embajador Francisco de Rojas ofrece el códice a la reina Isabel, bajo los apelativos de Diva y reina de los españoles y de Sicilia: «Diue Elisabeth hispaniar [um] et Siscilie Regine ze xpianissi [m] e poten -tissi [m] e semp [er] augus-/te, supreme D[omi]ne/sue clementissime/Franciscus de Roias eiusde[m] ma-/iestatis hu[m]i-/limus seruus ac/creatura optime/de se merite H[ic]/marin [...] hi [...] ex/obsequio obtulit», aspecto, por lo que a título y referencia de gobierno se refiere, falso, ya que España, como estado unificado y no entidad geográfica, no aparece hasta el reinado de Carlos V; asimismo, el título de monarca de Sicilia lo ostentaba su esposo Fernando II de Aragón. En la parte inferior de la pintura, se encuentra el escudo radiante de Francisco de Rojas con su lema: sobre campo dorado, cinco estrellas de azur de ocho puntas, bordura jaquelada de azur y plata. La aparición de este escudo, añadido, así como el anterior y el texto de la dedicatoria, en fecha posterior a la conclusión del códice, da a entender que Francisco de Rojas poseyó y, quizá, mandó realizarlo. Dado que ciertos elementos indican a un comitente hispano, Rojas pudo, quizá, haber tenido la intención de regalarlo a la reina Isabel.
La pintura muestra a la Santísima Trinidad coronando a Santa María: el Padre y el Hijo comparten el mismo trono, ambos portan cetros y sostienen la corona: Éste, sentado a la derecha de Dios Padre, según el salmo 109, 1, tiene un aspecto juvenil y Aquél, una tiara pontificia y facciones más maduras; entre ellos, encima del trono, el Espíritu Santo bajo el aspecto de paloma; por consiguiente, el tipo iconográfico representado es el correspondiente al de «Padre e Hijo entronizados con la Paloma volando», siguiendo un esquema horizontal. El origen de esta iconografía debe rastrearse en representaciones, aparecidas en relieves o en monedas, del arte imperial romano o bizantino, donde aparecen dos o tres emperadores sentados, uno junto al otro, coronados por la Victoria; la Virgen, de rodillas, con cabeza y ojos bajos, vista de tres cuartos y las manos juntas. La Virgen coronada por la Santísima Trinidad comienza a aparecer hacia la última mitad del siglo xiv, como muestra un dibujo sobre vitela atribuido André Beauneveu (c. 1335-c. 1401). Dentro de la evolución de este tema iconográfico, L. Réau distingue cinco tipos, perteneciendo el del Breviario de Isabel la Católica al quinto, esto es, a la Virgen coronada por la Trinidad, que apareció en Francia, Italia y en los reinos hispánicos a principios del siglo xv, predominando en todo el arte europeo hasta el siglo xvii. Esta miniatura es prácticamente idéntica a la de las Horas de los Rothschild (f. 134v.) de Gérard Horenbout, con antecedentes en La coronación de la Virgen de 1496 de Michael Sittow (París, Musée du Louvre, inv. RF 1966-ii), y, especialmente, en la coronación del posterior Libro de horas de Juana I de Castilla (Londres, The British Library, Add. Ms. 18851, f. 437), debido a Gérard Horenbout; de la primera obra, el breviario ha tomado el gesto de la Virgen y las nubes hinchadas a lo largo del perímetro de la imagen; por su parte, éste influirá en las Horas de Juana I de Castilla, además de por los elementos mencionados, por los emisarios celestes tocando instrumentos, más variados en el breviario, ya que su única función es la musica –los ángeles tocan una vihuela de arco, un laúd, un arpa y una flauta; sin embargo, el tratamiento compositivo del Libro de horas de Juana I de Castilla, como obra posterior de Gérard Horenbout, es más ambicioso y de escala mayor, lo que indica una ejecución posterior, alrededor de 1500.
La importancia en la creación literaria de este tema fue grande en la Iglesia oriental. En la latina, comienza a mencionarse por primera vez a María como reina de los cielos en el siglo viii, en un sermón de Ambrosio Autperto (fallecido en 784). Como este autor fue abad de un monasterio de Benevento tuvo ocasión de conocer las ideas orientales sobre este tema. Inmediatamente después, exegetas posteriores de la Iglesia latina, como Pablo el Diácono, Walafrido Estrabón o Rabano Mauro desarrollaron esta idea hasta su cristalización con san Bernardo o san Buenaventura.

 

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