Libro de Horas de Luis de Orleans

f. 31r, Sexta: Adoración de los Magos


Volver

La miniatura que ocupa toda la página es una de las más deterioradas del manuscrito, sobre todo en su parte derecha e inferior donde ha perdido tal cantidad de pintura que ha quedado el pergamino crudo. La cenefa imita el color de la cornalina a la que se añaden vetas doradas. El marco, uno de los más caprichosos arquitectónicamente, flanquea la historia con dos columnas que imitan mármol verde con filigrana de oro. Encima, un par de columnas salomónicas rematadas con esculturas de dos putti en actitud de luchar. El elemento sustentado es un arco conopial realizado con un motivo de cordel, ya utilizado anteriormente por Jean Colombe, rematado en una forma decorativa parcialmente cercenada a causa de diversas encuadernaciones. Por lo que se refiere a la miniatura en sí, en el registro superior muestra a la Virgen, sentada sobre un lecho con baldaquino rojo realzado con oro –detrás del cual se encuentra san José–, con el Niño desnudo en su regazo –la composición es muy parecida a la de un libro de horas de Jean Colombe fechado hacia 1480 (París, Bibliothèque nationale de France, ms. lat. 1160, f. 33r.)–, más grande de lo que le correspondería, según el tópico del puer senex que parece coger la copa que le tiende uno de los magos, representado como un hombre de edad avanzada, sin corona, arrodillado frente a Él; detrás otro, más joven, con vestiduras escarlatas, de pie, coronado y con una copa dorada en su mano espera para adorarlo; por último, entre los dos, el tercer mago, como hombre negro, con vestiduras cortas azules, verdes y doradas, sostiene un recipiente de oro en su mano derecha. La escena tiene lugar en una construcción en ruinas similar a la que aparecía en la Natividad (f. 25r.), incluso con los dos animales. Al fondo, un grupo de hombres, posiblemente asistentes de los magos, y soldados –de los que solo se aprecian las lanzas. Por último, en el cielo, la estrella envía rayos dorados sobre la Virgen y el Niño.
En el registro inferior, de manera similar a como ocurría en la ilustración del Anuncio a los pastores, hay una escena complementaria de la anterior, pero carente de todo contenido doctrinal y teológico. En este caso, son los pajes de los magos que guardan sus caballos, vistos, la mayoría de ellos, en fuertes escorzos que crean un efecto de profundidad muy bien conseguido en una zona que se podría esperar, debido a su espacio exiguo, más plana.
La Adoración de los magos hunde sus raíces en el arte imperial romano, en representaciones de procesiones de bárbaros orientales que, precedidos por una victoria alada, entregaban sus tributos al emperador. Su evolución, a lo largo de la Edad Media, pasó a considerar este tema como un símbolo de la divinidad de Jesús hasta el siglo xiv que, bajo la influencia de la piedad franciscana, sufre una transformación. Así, se puso menos énfasis en la presentación de los obsequios que en la relación entre el niño y los reyes, que podía expresarse con motivos de ternura e intercambio de miradas. En las citadas Meditationes Vitae Christi, la Adoración de los magos se describe de la siguiente forma: «Aquellos tres reyes llegaron con un gran gentío y un noble séquito ante la choza en que el Señor Jesús había nacido. La Señora oyó la conmoción y tomó al Niño junto a ella. Ellos entraron en la casita, se arrodillaron y adoraron a Jesús reverentemente». El relato continúa con el beso de los magos a los pies de Cristo y su bendición a los tres. Este aspecto no se ha tomado en el Libro de horas de Luis de Orleans. Desde el siglo ix en adelante, los magos se mostraban, en el arte occidental, arrodillados, motivo prestado del ceremonial de corte y, hasta la Baja Edad Media, no se observó como un tema de piedad y adoración. El aspecto de los tres magos mezcla tradición e ideas nuevas: así, se mantiene la división de edades –uno anciano, otro maduro y otro joven– que, desde el siglo xii, podía observarse, y que significaba las edades de la vida; sin embargo, a partir de ahora representan la iglesia mundial en los tres continentes conocidos; así, y ocasionalmente, en un manuscrito del siglo xii conservado en Berlín, pero con más frecuencia desde el xiv, especialmente en el arte alemán, que proporciona el primer ejemplo en el tímpano de San Teobaldo de Thann (hacia 1335), y neerlandés, se representaba a uno de ellos con aspecto de negro, recalcando la aceptación del cristianismo en los tres continentes entonces conocidos («gens ad Christum conveniens»). Desde el siglo xiii los vasos donde ofrecen el oro, el incienso y la mirra adquieren el aspecto de recipientes litúrgicos o de copas ornamentadas de una vajilla principesca.

f. 31r, Sexta: Adoración de los Magos

Volver

f. 31r, Sexta: Adoración de los Magos

La miniatura que ocupa toda la página es una de las más deterioradas del manuscrito, sobre todo en su parte derecha e inferior donde ha perdido tal cantidad de pintura que ha quedado el pergamino crudo. La cenefa imita el color de la cornalina a la que se añaden vetas doradas. El marco, uno de los más caprichosos arquitectónicamente, flanquea la historia con dos columnas que imitan mármol verde con filigrana de oro. Encima, un par de columnas salomónicas rematadas con esculturas de dos putti en actitud de luchar. El elemento sustentado es un arco conopial realizado con un motivo de cordel, ya utilizado anteriormente por Jean Colombe, rematado en una forma decorativa parcialmente cercenada a causa de diversas encuadernaciones. Por lo que se refiere a la miniatura en sí, en el registro superior muestra a la Virgen, sentada sobre un lecho con baldaquino rojo realzado con oro –detrás del cual se encuentra san José–, con el Niño desnudo en su regazo –la composición es muy parecida a la de un libro de horas de Jean Colombe fechado hacia 1480 (París, Bibliothèque nationale de France, ms. lat. 1160, f. 33r.)–, más grande de lo que le correspondería, según el tópico del puer senex que parece coger la copa que le tiende uno de los magos, representado como un hombre de edad avanzada, sin corona, arrodillado frente a Él; detrás otro, más joven, con vestiduras escarlatas, de pie, coronado y con una copa dorada en su mano espera para adorarlo; por último, entre los dos, el tercer mago, como hombre negro, con vestiduras cortas azules, verdes y doradas, sostiene un recipiente de oro en su mano derecha. La escena tiene lugar en una construcción en ruinas similar a la que aparecía en la Natividad (f. 25r.), incluso con los dos animales. Al fondo, un grupo de hombres, posiblemente asistentes de los magos, y soldados –de los que solo se aprecian las lanzas. Por último, en el cielo, la estrella envía rayos dorados sobre la Virgen y el Niño.
En el registro inferior, de manera similar a como ocurría en la ilustración del Anuncio a los pastores, hay una escena complementaria de la anterior, pero carente de todo contenido doctrinal y teológico. En este caso, son los pajes de los magos que guardan sus caballos, vistos, la mayoría de ellos, en fuertes escorzos que crean un efecto de profundidad muy bien conseguido en una zona que se podría esperar, debido a su espacio exiguo, más plana.
La Adoración de los magos hunde sus raíces en el arte imperial romano, en representaciones de procesiones de bárbaros orientales que, precedidos por una victoria alada, entregaban sus tributos al emperador. Su evolución, a lo largo de la Edad Media, pasó a considerar este tema como un símbolo de la divinidad de Jesús hasta el siglo xiv que, bajo la influencia de la piedad franciscana, sufre una transformación. Así, se puso menos énfasis en la presentación de los obsequios que en la relación entre el niño y los reyes, que podía expresarse con motivos de ternura e intercambio de miradas. En las citadas Meditationes Vitae Christi, la Adoración de los magos se describe de la siguiente forma: «Aquellos tres reyes llegaron con un gran gentío y un noble séquito ante la choza en que el Señor Jesús había nacido. La Señora oyó la conmoción y tomó al Niño junto a ella. Ellos entraron en la casita, se arrodillaron y adoraron a Jesús reverentemente». El relato continúa con el beso de los magos a los pies de Cristo y su bendición a los tres. Este aspecto no se ha tomado en el Libro de horas de Luis de Orleans. Desde el siglo ix en adelante, los magos se mostraban, en el arte occidental, arrodillados, motivo prestado del ceremonial de corte y, hasta la Baja Edad Media, no se observó como un tema de piedad y adoración. El aspecto de los tres magos mezcla tradición e ideas nuevas: así, se mantiene la división de edades –uno anciano, otro maduro y otro joven– que, desde el siglo xii, podía observarse, y que significaba las edades de la vida; sin embargo, a partir de ahora representan la iglesia mundial en los tres continentes conocidos; así, y ocasionalmente, en un manuscrito del siglo xii conservado en Berlín, pero con más frecuencia desde el xiv, especialmente en el arte alemán, que proporciona el primer ejemplo en el tímpano de San Teobaldo de Thann (hacia 1335), y neerlandés, se representaba a uno de ellos con aspecto de negro, recalcando la aceptación del cristianismo en los tres continentes entonces conocidos («gens ad Christum conveniens»). Desde el siglo xiii los vasos donde ofrecen el oro, el incienso y la mirra adquieren el aspecto de recipientes litúrgicos o de copas ornamentadas de una vajilla principesca.

Preferencias sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Para más obtener más información puedes leer nuestra política sobre cookies. Puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón Aceptar o configurarlas o rechazar su uso haciendo click AQUÍ.