Libro de los Testamentos

f. 8v, Testamento de Ordoño I


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Las ilustraciones que encabezan las donaciones de los monarcas se sitúan en el verso de un folio, enfrentadas al propio privilegio, enmarcadas en un rectángulo, como la que tenemos aquí. Lo más normal es que, además, se procure internamente dividirlas en dos pisos. Aquí la razón para tal decisión reside en el interés marcado que se concede a la reina.
En la zona superior el protagonista es el rey acompañado una vez más de su "armiger", que entrega el privilegio a los obispos. Estos llevan nimbos, mientras el rey va coronado y los restantes aclesiásticos y cargos laicos nada llevan sobre la cabeza, salvo las tocas de las sirvientas. El nimbo es un distintivo de dignidad, más que de santidad en estas ocasiones. Asimismo, la reina es portadora de tal atributo. Ya en esta parte alta, el miniaturista ha introducido uno de esos elementos perturbadores a los que es tan aficionado: El doble arco tiene un punto común, lo que debería ser una columna central. En su lugar se encuentra este atlante, recuerdo de los del mundo clásico, pero interpretado de un modo muy particular, con una cabeza extremadamente expresiva, que roba protagonismo a quienes debían poseerlo (rey y obispos).
Pero lo más llamativo es la representación de la zona baja. Se descorren unos cortinajes y surge la reina Mummadonna, entronizada en una silla de tijera terminada en cuerpos de leones, llevando un gran libro abierto en el que se lee el primer versículo del salmo 50, el más importante entonces de todos los penitenciales. La flanquean dos servidoras que más que actuar como tales, se asemejan a los ángeles que a veces lleva a ambos lados la imagen de Dios o de la Virgen con el Niño. Son la "cubicularia" y la "pedisequa", sirvientes cuyos nombres vienen de lo romano, donde las citan Plauto, Marcial, Cicerón, Plinio y tantos otros autores. En origen, la "pedisequa" es la criada acompañante más común, esclava en la antigüedad, mientras la "cubicularia" hace servicio de noche. Una u otra acompañan continuamente a las reinas. Desde aqui conviene plantear ya lo que constituye una singularidad del códice: El protagonismo fuera de toda razón de la reina. En nuestro caso, apenas si disponemos de una noticia que mencione a Mummadonna, e incluso ésta ha sido considerada por algunos como interpolada por Pelayo.


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Las ilustraciones que encabezan las donaciones de los monarcas se sitúan en el verso de un folio, enfrentadas al propio privilegio, enmarcadas en un rectángulo, como la que tenemos aquí. Lo más normal es que, además, se procure internamente dividirlas en dos pisos. Aquí la razón para tal decisión reside en el interés marcado que se concede a la reina.
En la zona superior el protagonista es el rey acompañado una vez más de su "armiger", que entrega el privilegio a los obispos. Estos llevan nimbos, mientras el rey va coronado y los restantes aclesiásticos y cargos laicos nada llevan sobre la cabeza, salvo las tocas de las sirvientas. El nimbo es un distintivo de dignidad, más que de santidad en estas ocasiones. Asimismo, la reina es portadora de tal atributo. Ya en esta parte alta, el miniaturista ha introducido uno de esos elementos perturbadores a los que es tan aficionado: El doble arco tiene un punto común, lo que debería ser una columna central. En su lugar se encuentra este atlante, recuerdo de los del mundo clásico, pero interpretado de un modo muy particular, con una cabeza extremadamente expresiva, que roba protagonismo a quienes debían poseerlo (rey y obispos).
Pero lo más llamativo es la representación de la zona baja. Se descorren unos cortinajes y surge la reina Mummadonna, entronizada en una silla de tijera terminada en cuerpos de leones, llevando un gran libro abierto en el que se lee el primer versículo del salmo 50, el más importante entonces de todos los penitenciales. La flanquean dos servidoras que más que actuar como tales, se asemejan a los ángeles que a veces lleva a ambos lados la imagen de Dios o de la Virgen con el Niño. Son la "cubicularia" y la "pedisequa", sirvientes cuyos nombres vienen de lo romano, donde las citan Plauto, Marcial, Cicerón, Plinio y tantos otros autores. En origen, la "pedisequa" es la criada acompañante más común, esclava en la antigüedad, mientras la "cubicularia" hace servicio de noche. Una u otra acompañan continuamente a las reinas. Desde aqui conviene plantear ya lo que constituye una singularidad del códice: El protagonismo fuera de toda razón de la reina. En nuestro caso, apenas si disponemos de una noticia que mencione a Mummadonna, e incluso ésta ha sido considerada por algunos como interpolada por Pelayo.


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