Beato de Liébana, códice del Monasterio de San Andrés de Arroyo, Palencia

f. 96v, La quinta trompeta


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Cuando el quinto ángel toca la trompeta, se le entrega la llave del abismo a una estrella caída del cielo a la tierra. Ésta abre el pozo del abismo –erigido sobre cuatro gradas y concebido como un brocal por el que se asoman las cabezas de varias langostas– y de sus entrañas sube una densa humareda que asciende hacia el cielo y oscurece el sol y las estrellas. La humareda gris es el eje de simetría que divide la imagen en dos partes: la derecha, con fondo verde, donde se sitúa al ángel, y la izquierda, con fondo rojo, un ángel sujeta la gran llave de plata.

Se extiende sobre la tierra una plaga de langostas dotadas con el mismo poder de los escorpiones. Sólo dañarán a los hombres que no lleven en su frente el sello de Dios; su picadura no les matará, sino que los atormentará durante cinco meses, durante los que desearán la muerte, pero no la encontrarán. Las posiciones inestables de los hombres indican su enorme sufrimiento.

El relato apocalíptico no describe los insectos, que aquí se representan como lagartos, muy diferentes de la forman que adquirirán en la siguiente miniatura, que sigue fielmente la descripción que esta vez sí proporciona el texto.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)


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f. 96v, La quinta trompeta

Cuando el quinto ángel toca la trompeta, se le entrega la llave del abismo a una estrella caída del cielo a la tierra. Ésta abre el pozo del abismo –erigido sobre cuatro gradas y concebido como un brocal por el que se asoman las cabezas de varias langostas– y de sus entrañas sube una densa humareda que asciende hacia el cielo y oscurece el sol y las estrellas. La humareda gris es el eje de simetría que divide la imagen en dos partes: la derecha, con fondo verde, donde se sitúa al ángel, y la izquierda, con fondo rojo, un ángel sujeta la gran llave de plata.

Se extiende sobre la tierra una plaga de langostas dotadas con el mismo poder de los escorpiones. Sólo dañarán a los hombres que no lleven en su frente el sello de Dios; su picadura no les matará, sino que los atormentará durante cinco meses, durante los que desearán la muerte, pero no la encontrarán. Las posiciones inestables de los hombres indican su enorme sufrimiento.

El relato apocalíptico no describe los insectos, que aquí se representan como lagartos, muy diferentes de la forman que adquirirán en la siguiente miniatura, que sigue fielmente la descripción que esta vez sí proporciona el texto.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)


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