Beato de Liébana, códice del Monasterio de San Andrés de Arroyo, Palencia

f. 98r, El ángel del abismo y las langostas infernales


Volver

El ángel que se enfrenta a las langostas es Abbadón, el destructor, el diablo. Aparece aquí pertrechado con un escudo dorado y una lanza que atraviesa el cuello de la langosta. Las cuatro son iguales, con cuerpo de león, pecho con cota de malla, rostro masculino, con barba, y algo deforme, casi caricaturesco por la nariz y la ausencia de barbilla. El artista les ha pintado labios abultados muy marcados, propios, en este contexto, del mentiroso, el hipócrita, el infiel y el hereje. Los cabellos claros están peinados en largas trenzas, ya que en el texto se puede leer que son “como cabellos de mujer”. Portan además coronas, que para ser totalmente fiel al texto –“parecían de oro”–, no son de oro sino que se han pintado de amarillo, igual que las gemas que las adornan.

Amenazan con sus garras y tienen desplegadas sus grandes alas. La cola, larga y flexible, pica con su extremo las cabezas de los hombres. El artista ha querido aumentar su aspecto monstruoso y feroz pintándoles grandes dientes y colmillos inferiores exagerados.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)


f. 98r, El ángel del abismo y las langostas infernales

Volver

f. 98r, El ángel del abismo y las langostas infernales

El ángel que se enfrenta a las langostas es Abbadón, el destructor, el diablo. Aparece aquí pertrechado con un escudo dorado y una lanza que atraviesa el cuello de la langosta. Las cuatro son iguales, con cuerpo de león, pecho con cota de malla, rostro masculino, con barba, y algo deforme, casi caricaturesco por la nariz y la ausencia de barbilla. El artista les ha pintado labios abultados muy marcados, propios, en este contexto, del mentiroso, el hipócrita, el infiel y el hereje. Los cabellos claros están peinados en largas trenzas, ya que en el texto se puede leer que son “como cabellos de mujer”. Portan además coronas, que para ser totalmente fiel al texto –“parecían de oro”–, no son de oro sino que se han pintado de amarillo, igual que las gemas que las adornan.

Amenazan con sus garras y tienen desplegadas sus grandes alas. La cola, larga y flexible, pica con su extremo las cabezas de los hombres. El artista ha querido aumentar su aspecto monstruoso y feroz pintándoles grandes dientes y colmillos inferiores exagerados.

Carlos Miranda García-Tejedor
Doctor en Historia
(Fragmento del libro de estudio Beato de Arroyo)


Preferencias sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Para más obtener más información puedes leer nuestra política sobre cookies. Puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón Aceptar o configurarlas o rechazar su uso haciendo click AQUÍ.