Libro de Horas de Jean de Montauban

El trono de gracia y la transfiguración. Las cuatro virtudes cardinales; la creación de Adán y Eva, f. 16r


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La iconografía de este folio, que inicia la serie de oraciones a la Trinidad, es sin duda compleja, con cinco compartimentos y una capitular habitada que abordan temas bíblicos o teológicos, por no hablar de los ocho campos florales, cinco superpuestos a la izquierda y tres intercalados a la derecha. Sin embargo, la breve inscripción latina Gloria tibi Trinitas equalis una deitas et ante secula et nunc («Gloria a ti, Trinidad igual, única deidad antes de los siglos y ahora»), en tres líneas situadas junto a la G capitular que contiene la paloma del Espíritu Santo en gloria, nos ayuda a orientarnos. Se trata de un tema al mismo tiempo original e ilustrativo que vincula las cinco escenas, esto es, la Trinidad creadora, revelada en la Biblia reinterpretada a la luz del Nuevo Testamento y de la teología cristiana tradicional. 

Arriba a la derecha, antes de que exista el mundo, en la eternidad de Dios, tenemos el debate de las cuatro virtudes cardinales (la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia), representadas por mujeres con altos tocados, que tratan de la conveniencia de la creación del mundo y del hombre. Se produce bajo la presencia y la presidencia de una «Trinidad del salterio», es decir, Dios padre y Dios hijo sentados lado a lado; aquí aparece la parte superior del busto de ambos, de perfil y mirándose, con la paloma entre ellos. Debajo de esta escena vemos la creación de Adán por el Verbo Creador, con un nimbo crucífero, imberbe y de apariencia crística muy juvenil. Finalmente, la creación de Eva, también de la mano del Verbo, portador en este caso del orbe, mientras Adán, tumbado en el suelo, permanece atento y curioso ante lo que sucede. 

Abajo en el centro asistimos a la transfiguración de Cristo, narrada en los tres Evangelios sinópticos (Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-9; Lc 9, 28-36), que se presenta como una teofanía trinitaria, con los tres apóstoles testigos de los hechos, Pedro, Santiago y Juan, agrupados a la derecha, y los dos testigos celestes, Moisés cornudo a la izquierda y Elías a la derecha. Justo encima de Cristo, Dios padre con tiara se aparece en el momento de enviar la paloma del Espíritu Santo. 

Para terminar, por encima de esta transfiguración aparece la doble evocación de Pentecostés, por un lado, con la paloma del Espíritu Santo radiante enclavada en la G capitular de la palabra Gloria, y por el otro, en un compartimento de dimensiones privilegiadas, con la Trinidad ante los doce apóstoles, todos ellos arrodillados. A la izquierda, san Pedro, que lleva al hombro las dos llaves que simbolizan su papel de cabeza del colegio apostólico, y frente a él, otro apóstol portando una espada: se trata de Pablo. Dios padre figura en majestad, siendo coronado con una tiara de triple corona por dos de los ocho ángeles de fuego reunidos a su alrededor. Esa tiara, denominada triregnum, se creó y apareció en el arte occidental hacia 1300, durante el pontificado de Bonifacio VIII. Reservada exclusivamente al papa, es la insignia de su triple poder: en el nombramiento de obispos, en la jurisdicción y en la enseñanza. Dios, cubierto con una vestimenta suntuosa, se sitúa en el centro de un arcoíris y sostiene con los brazos abiertos el travesaño de la cruz en la que Cristo está clavado con tres clavos y sangra abundantemente. La paloma del Espíritu Santo hace de vínculo entre este trono de gracia y la transfiguración. 


f. 16r

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El trono de gracia y la transfiguración. Las cuatro virtudes cardinales; la creación de Adán y Eva, f. 16r

La iconografía de este folio, que inicia la serie de oraciones a la Trinidad, es sin duda compleja, con cinco compartimentos y una capitular habitada que abordan temas bíblicos o teológicos, por no hablar de los ocho campos florales, cinco superpuestos a la izquierda y tres intercalados a la derecha. Sin embargo, la breve inscripción latina Gloria tibi Trinitas equalis una deitas et ante secula et nunc («Gloria a ti, Trinidad igual, única deidad antes de los siglos y ahora»), en tres líneas situadas junto a la G capitular que contiene la paloma del Espíritu Santo en gloria, nos ayuda a orientarnos. Se trata de un tema al mismo tiempo original e ilustrativo que vincula las cinco escenas, esto es, la Trinidad creadora, revelada en la Biblia reinterpretada a la luz del Nuevo Testamento y de la teología cristiana tradicional. 

Arriba a la derecha, antes de que exista el mundo, en la eternidad de Dios, tenemos el debate de las cuatro virtudes cardinales (la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia), representadas por mujeres con altos tocados, que tratan de la conveniencia de la creación del mundo y del hombre. Se produce bajo la presencia y la presidencia de una «Trinidad del salterio», es decir, Dios padre y Dios hijo sentados lado a lado; aquí aparece la parte superior del busto de ambos, de perfil y mirándose, con la paloma entre ellos. Debajo de esta escena vemos la creación de Adán por el Verbo Creador, con un nimbo crucífero, imberbe y de apariencia crística muy juvenil. Finalmente, la creación de Eva, también de la mano del Verbo, portador en este caso del orbe, mientras Adán, tumbado en el suelo, permanece atento y curioso ante lo que sucede. 

Abajo en el centro asistimos a la transfiguración de Cristo, narrada en los tres Evangelios sinópticos (Mt 17, 1-9; Mc 9, 2-9; Lc 9, 28-36), que se presenta como una teofanía trinitaria, con los tres apóstoles testigos de los hechos, Pedro, Santiago y Juan, agrupados a la derecha, y los dos testigos celestes, Moisés cornudo a la izquierda y Elías a la derecha. Justo encima de Cristo, Dios padre con tiara se aparece en el momento de enviar la paloma del Espíritu Santo. 

Para terminar, por encima de esta transfiguración aparece la doble evocación de Pentecostés, por un lado, con la paloma del Espíritu Santo radiante enclavada en la G capitular de la palabra Gloria, y por el otro, en un compartimento de dimensiones privilegiadas, con la Trinidad ante los doce apóstoles, todos ellos arrodillados. A la izquierda, san Pedro, que lleva al hombro las dos llaves que simbolizan su papel de cabeza del colegio apostólico, y frente a él, otro apóstol portando una espada: se trata de Pablo. Dios padre figura en majestad, siendo coronado con una tiara de triple corona por dos de los ocho ángeles de fuego reunidos a su alrededor. Esa tiara, denominada triregnum, se creó y apareció en el arte occidental hacia 1300, durante el pontificado de Bonifacio VIII. Reservada exclusivamente al papa, es la insignia de su triple poder: en el nombramiento de obispos, en la jurisdicción y en la enseñanza. Dios, cubierto con una vestimenta suntuosa, se sitúa en el centro de un arcoíris y sostiene con los brazos abiertos el travesaño de la cruz en la que Cristo está clavado con tres clavos y sangra abundantemente. La paloma del Espíritu Santo hace de vínculo entre este trono de gracia y la transfiguración. 


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